Ayer, lunes 25 de marzo, arrancó el Valencia Culinary Festival (Festival Internacional Independiente) con un desayuno con los medios de comunicación en el Alto del Mercado de Colón. Para aquellos que no lo conozcan (que serán muchos porque la promoción es, a mi juicio, desafortunada) diré que se trata de una serie de actividades con objeto de promover la “alta gastronomía”. Concretamente, entre el 25 de febrero y el 10 de marzo “se darán cita algunos de los chefs más destacados del panorama nacional e internacional” y “doce de los mejores restaurantes de la ciudad ofrecerán menús especiales y a cuatro manos con los chefs invitados que se podrán disfrutar por un precio de entre 50 y 150 euros” con el objetivo de convertir “a la urbe levantina en el escenario de una serie de experiencias sensoriales únicas e irrepetibles”. Grandilocuente, la verdad.
De todo esto, lo más destacado para el público consistirá en una serie de menús a cuatro manos con la presencia de cinco cocineros foráneos, en su mayor parte extranjeros, y dos enólogos austríacos. Aparte del colofón final, la “Noche de la Gastronomía Valenciana”. Se trata de una cena orquestada por once cocineros de renombre en el bonito marco del edifico Veles i Vents.
No tengo nada que objetar. Opino que, en la parte alta, la gastronomía valenciana goza de buena salud, a pesar de lo cual siempre es loable una oportuna revisión, promoción y publicidad, tanto a nivel doméstico como internacional.
Sin embargo, el problema radica más bien en la “baja gastronomía”. En una ciudad y en una región en la que el producto es excelente, hiere ver como prolifera la oferta de paella-express orientada a los visitantes incautos en el centro histórico de la ciudad. Por el precio de una paella -por ceñirnos a la nomenclatura de la oferta- precocinada y recalentada, podrían ofrecer una ensalada de tomate o unas buenas verduras a la plancha (o a la brasa) aliñadas con un aceite de calidad y, qué se yo, digamos una sepieta a la plancha, unas bravas bien hechas o unos buñuelos de bacalao.
Sobre la calidad de la oferta gastronómica se habló en el desayuno, en el que participaron Stephen Anderson (MaKhin, Baalbec), Alejandro del Toro (Alejandro), José Ferri (Valencia Guías) y Emiliano García (Casa Montaña). Allí se trató de la relación entre turismo y gastronomía (asunto central a mi entender), de la experiencia gastronómica (expresión inevitable por la que tengo la mayor de las prevenciones) o de la oferta gastronómica valenciana.
Se habló sobre las experiencias gastronómicas más destacables de los invitados, todas ellas muy interesantes, como cabe suponer. También se trajo a colación la creciente importancia de estas actividades -experiencias- gastronómicas en el turismo, y este sí me pareció un tema capital. Cada vez más las actividades gastronómicas están imbricadas en la actividad turística y si en el caso de los protagonistas mencionados era a menudo el motor central de las mismas, queda clara la creciente importancia que tiene también para el turista normal (nacional e internacional). Por lo tanto, se trata de un punto que cobra cada vez más importancia en la elección del destino turístico y, a nivel internacional, quedó dicho que estamos entre las primeras ciudades de los segundos destinos europeos. Vamos, encabezando la segunda división. No obstante, la evolución reciente ha sido muy positiva en cuanto a la progresión de la oferta gastronómica local, no cabe duda. Sin embargo, me llamó la atención la mención a la degradación de la oferta culinaria de la ciudad en unas fechas tan señaladas y con tanta repercusión nacional e internacional como son la fallas. Deberíamos pensar en ello.
Volvemos a lo que mencionaba, el verdadero problema no está en la alta gastronomía que “progresa adecuadamente” sino en la baja que “necesita mejorar”.
© Javier de Castro 2019
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Un acertado enfoque el que le das a la noticia encuadrando, a mi entender, el fondo de la cuestión… pero, querido Javier, proponer cambiar lo genuíno por lo comercialmente y a corto plazo productivo (que parece ser es lo que se lleva hoy día), conlleva poner en juego intangibles como el compromiso, esfuerzo, sacrificio, paciencia, solidaridad… y así un sinfín… que veo de entrada incompatibles (y escasos, por cierto)
Un saludo!
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