Hoy os voy a hablar del tontolaba y sus amigos. ¿De dónde proceden estas expresiones tan castizas y que todos hemos utilizado alguna vez en nuestra vida?
El castellano es uno de los idiomas más ricos y bellos, pero si algo hacemos bien los españoles es buscar el chascarrillo, los motes de los pueblos y las expresiones jocosas.
¿De dónde viene tontolaba?
La tradición dice que el día 6 de enero los niños se despertaban más pronto que otros días, nerviosos por la ilusión de abrir y ver los regalos que les habían dejado los Reyes Magos la noche anterior, y tras la alegría de comprobar sus peticiones cumplidas, llegaba el desayuno a base de roscón de reyes acompañado generalmente de chocolate.
Actualmente se suele colocar un regalo y un haba, coronando como rey de la fiesta al que le toca el regalo, y condenado el que le toca el haba a pagar el roscón, llamándolo el “tonto del haba”. De ahí viene la evolución de la palabra, unida y sin h, hasta llegar a “tontolaba”. Cuántas veces usamos esa palabra, sin reparar en su origen.
He estado pensando el tema de hoy, y a propósito del “tontolaba”, me he decidido el comentaros orígenes de palabras y frases hechas populares de nuestro país relacionadas con la gastronomía.
Atar los perros con longaniza
Expresión que se usa cuando se exagera la capacidad económica de alguien o su actitud esplendorosa.
Parece ser, que a finales del siglo XIX, en el pueblo salmantino de Candelario, existía una fábrica de embutidos de Constantino Rico (Casa del Tío Rico) en la que se producía un chorizo de renombre, que incluso había sido proveedor oficial de chorizos del rey Carlos IV algunas décadas antes. En cierta ocasión, una trabajadora de dicha fábrica, ante los problemas que un perro suelto ocasionaba, decidió, al no tener a mano ninguna cuerda para atarlo, utilizar para ello una ristra de longanizas. Pasando por el lugar un chiquillo, y tras ver el detalle, corrió por las calles del pueblo gritando: «En casa del Tío Rico atan los perros con longanizas”. Supongo que su apellido también contribuyó.
El que asó la manteca
Con frecuencia, esta frase nos sirve para designar a quien lleva a cabo acciones estúpidas. Pero no os creáis que asar la manteca es una pérdida de tiempo. Se trata de una técnica complicada, tanto o más, que las actuales de cocina evolucionada.
Hasta finales del siglo XIX no encontramos en la literatura de nuestro país el burlarse del que asó la manteca.
Francisco Martínez Motiño, cocinero mayor de Felipe III, escribió el recetario “’Arte de cozina, pasteleria, vizcocheria y conservería”, publicado en Madrid en 1611. En ella aparece la técnica de: «cómo se puede asar una pella de manteca de vaca en el asador». Él llamaba manteca de vaca a la mantequilla.
Su objetivo era tostar la superficie externa de la pieza de mantequilla, manteniendo el interior cremoso pero no liquido. Para tal fin, la manteca se debía clavar en un palo asador de madera en vez de hierro, para que el metal no transmitiese calor, y una vez atravesada se colocaba en un espetón giratorio para que el calor fuese homogéneo por todos lados y no le diera tiempo a derretirse. Se mezclaba pan rallado con azúcar y este condimento se echaba por encima de la manteca, cubriendo su superficie y creando así una capa aislante que se tostaba impidiendo que la grasa se ablandara demasiado. Poco a poco y girando el espetón, el pan azucarado se pegaba a la manteca e iba adquiriendo una textura crujiente y sabrosa.
Gil y sus dos pollas
Acabo con un término muy usado, que de entrada puede llevarnos a pensar en gastronomía, pero no lo es, dado que estas pollas no se referían a aves, como algunos dice. Gilipollas es una palabra muy usada para aludir a una persona tonta o lela.
Allá por el siglo XVII, y bajo el reinado de Felipe III, el fiscal Baltasar Gil, intentaba colocar a sus hijas con nulo éxito, paseándolas en público y generando las burlas de los cortesanos que comentaban: “por ahí va D. Gil y sus pollas”, mujeres en edad de casamiento. El problema radicaba en que sus hijas, Fabiana y Feliciana, eran muy poco agraciadas físicamente, y al tiempo, con escasa inteligencia.
De la evolución de la palabra huelgan los comentarios, pero he ahí el origen de una de las expresiones más comunes en castellano para designar a un bobo, que ya el propio Benito Pérez Galdós usó en Misericordia.
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Un gusto leer estos post tan frescos e instructivos, muy interesante, algunas no las sabía.
Oye, y por Cantabria, cuando se quiere restar importancia a una ocasión perdida o se quieren relativizar las prisas, ¿se dice aquello de “hay más días que longanizas”?
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