Qué es la dieta paleolítica

Sin entrar en una larga enumeración, os recuerdo las siguientes: vegetariana, cetogénica, la mediterránea que quizás en nuestro ambiente es la que mayor consideración y seguidores tiene y, últimamente, se preconiza sobre la dieta atlántica. En concreto, hoy os voy a escribir sobre la dieta paleolítica.

Es muy frecuente encontrarnos con gente que su alimentación se guía por algún tipo de dieta, no me estoy refiriéndo a una dieta hipocalórica para adelgazar o una híperprotéica para, por ejemplo, aumentar la masa muscular, sino para cambiar su estilo de vida, prevenir enfermedades, proteger el medio ambiente, sobre todo a los animales e incluso, pretender lograr una gran longevidad.

El paleolítico se extiende desde 2 millones y medio de años hasta hace unos 12.000, de hecho, es el período más largo de la existencia de los humanos, pues abarca casi el 99% de la misma. Debemos recordar que somos unos primates omnívoros que tenemos una dentición poco especializada que sirve para comer de todo. En un principio los primates fueron insectívoros pasando hace 5 millones de años a comer alimentos que procedían de los bosques, como las frutas, y adaptándose posteriormente a las proteínas de los animales. Por fin, cuando controlaron la domesticación de las plantas se convirtieron en grandes consumidores de hidratos de carbono. Ya no existen aquellas especies silvestres que favorecieron el disponer de muchos alimentos que fueron fuente de los hidratos de carbono que ingirieron, y por consiguiente, la llamada dieta paleolítica hay quien sostiene que es imposible en la actualidad.

Uno de los conceptos básicos de esta dieta es la denominada autofagia, que significa dar tiempo a que las células pueden limpiar sus desechos, por ejemplo, los aminoácidos de las proteínas o los lípidos de las grasas, logrando con ello activar el metabolismo. Sus defensores argumentan que con ello se logra que en el momento actual muchos deportistas de élite consigan mantener un nivel deportivo muy alto a partir de los 35 años, o dicho de otra manera, alargar la juventud.

Dos premisas les rigen, por una parte la ausencia de azúcares refinados y por otro el ayuno, que tiene cierta similitud con el ayuno intermitente, que también se ha puesto relativamente de moda. Aquí estaríamos hablando de entre 12 y 16 horas sin comer, pudiendo llegar a las 24. En ese periodo preconizan la ingesta solo de agua con limón, caldo de hueso (debemos recordar que antes del invento del fuego en el paleolítico uno de los productos más apreciados era el tuétano de los huesos), café o té verde, o una bebida con entidad propia llamada kombucha.

 El ayuno no es nada nuevo, pues ha sido una práctica común en buen parte de las civilizaciones a lo largo de toda la historia de la humanidad. Hipócrates y Platón, entre otros, elogiaron los beneficios del ayuno. Paracelso, en el siglo XVI, decía que «el ayuno es el mejor remedio, es el médico interior».

Hay más de un tipo de dieta paleolítica, pero en general los productos que comen son variados: carnes magras, pescado, frutas, vegetales o frutos secos. Teniendo proscrito la ingesta de leche, de legumbres o cereales, estos dos últimos los rehusan con el argumento de que se usó en nuestra evolución en una fase muy posterior cuando los humanos nos dedicamos ya al cultivo y agricultura.

Para los interesados en el tema, os recomiendo seguir en las redes sociales a Ana María Cuervo, codirectora de estudios sobre envejecimiento de la Escuela de Medicina Albert Einstein en Nueva York.

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Aurelio G-M
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Juer, “hay gente pa tó”, oye, no había oído nunca hablar de esta dieta de nombre tan rimbombante