Extraño panegírico sobre el picante
Y mi más profundo desprecio hacia el que no lo comparte.
Existen muchos tipos de picantes y de fuentes muy diversas, pero esta vez queremos centrarnos en el chile: habanero, piquín, de árbol, jalapeño, morita, chiltepín, poblano, serrano, mirasol, manzano o nuestras alegrías riojanas. Nos da igual, nos gustan todos.
Lo de más
El picante mola. Para los que estamos enganchados al género Capsicum nuestra dosis de picante puede provenir de cualquier rincón del mundo. Sí, hay otras fuentes de picante, pero nos gustan los chiles ante todo. Tal vez el paladar colectivo europeo sea la gran excepción, pero en el resto del mundo el picante está muy presente en su cocina tradicional. México, la India o Pakistán tienen gran fama mundial en cuanto al uso de picantes, pero tampoco se quedan atrás Tailandia y su famosa sriracha, Mozambique con el piri-piri, los ajíes y la leche de tigre peruana, las guindillas de Sichuán en China…
El picante es altamente adictivo y crea una dependencia psicológica a todo aquel que lo consume con regularidad. Podemos vivir sin picante y no hay una dependencia física de la capsaicina, la molécula responsable de la sensación de ardor que producen los chiles en la boca, pero sí hay un claro elemento psicológico que nos lleva a pensar que el plato que tenemos delante mejoraría notablemente con algo de picante. Si has llegado a esto, créeme, has entrado en la hermandad de los adictos al picante.
¡Cuando le echas picante a algo solo sabe a picante!
Frase execrable que solo denota falta de cultura gastronómica a la altura de la que, tras vivir unos años en España, aseguraba que este país olía a ajo. Y seguro que no le faltaba razón, porque no estaba acostumbrada a uno de nuestros ingredientes más populares. Tal vez no nos entiendas, pero no caigas en la estulticia.
El picante es una sensación organoléptica que transgrede los estándares de la cocina occidental, pero si revisas tu acervo gastronómico encontrarás en el recetario familiar más de un plato en el que el picante es fundamental, aunque probablemente lo aporte el ácido pirúvico de las cebollas o los ajos. El picante no es un sabor y por tanto no tapa otros sabores, es una sensación térmica, cáustica. Sí, literalmente, la capsaicina se une a los receptores de la lengua que detectan el calor, enviando a nuestro cerebro el aviso de ¡fuego! A medida que el cerebro entiende que esa información no está directamente relacionada con el calor, empieza la tolerancia al picante, el mecanismo por el cual el cuerpo se regula y requiere de una dosis más alta de una sustancia para que haga efecto. A alguien que come sin sal todo le parece salado, del mismo modo que al que come todos los días con picante la sensación de ardor cuando lo come es mínima.
El picante nos hace felices porque produce endorfinas, las mismas sustancias que se liberan cuando tenemos orgasmos, hacemos deporte, nos reímos o comemos chocolate. A este estado de felicidad se le llama enchilarse, una especie de estado de euforia que produce una sensación de ardor, pero esta vez con la acepción castellana de entusiasmo y fervor.
¡¿Cómo no nos va a gustar comer picante?!
Lo de menos
El picante:
– Evita la congestión nasal. Esto lo sabemos todos, pues en cuanto empiezas a comer picante se produce el llamado efecto xnipec, que en maya significa “hocico de perro“, haciendo alusión a la sensación húmeda de la nariz cuando se come picante.
– Es un antioxidante, por lo que retrasa el envejecimiento celular y por ende el de nuestro organismo.
– Reduce la obesidad y nos ayuda a hacer digestiones más ligeras. Hay una extraña tendencia a pensar que la comida picante es más indigesta cuando en realidad es todo lo contrario. El picante acelera el ritmo metabólico, lo que se traduce en una digestión más rápida, menos pesada. Esto además nos ayuda a adelgazar, puesto que un metabolismo alto implica mayor consumo de energía.
– Tiene propiedades anticancerígenas, reduciendo el riesgo de padecer la aparición de células tumorales en nuestro intestino grueso, al reforzar las defensas inmunológicas.
– Es rico en vitamina C, lo que evita los constipados. Puedes cambiar ese zumo de naranja por un poco de picante todos los días. Pero también es rico en vitamina A y E, en las del grupo B y es fuente de calcio y el hierro.
– Reduce la mortandad sobre un 10% y un 14%. La Academia China de Ciencias Médicas afirma estos efectos en un estudio realizado a lo largo de cuatro años.
Pero ya sabes que esto nos da igual. ¡Comemos chiles porque nos mola!
La vida es tan aburrida sin picante…
09/12/2018
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Qué tal Dani? Debes de tener ascendientes en Tabasco. Increíble el dominio de las variedades de chile. LLevo 21 años viviendo en México. Si tienes antojo de alguna salsa “picosa”, con mucho gusto te la hago llegar a través de Aurelio. En una cosa difiero…. hay chiles que potencian sabores, pero hay otros que enchilan y enmascaran. Debe de depender del comensal y de la cantidad. He plantado semillas de chile en España y me salieron muy suaves. Debe de ser la tierra mexicana.
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