Ubicación: Carrer de les Arts Gràfiques, 9
Valencia (Valencia/València)
España
Código Postal: 46010
Teléfono: 963394443
Horario: Cierra domingos
Menciones:
Tipo de cocina: Fusión, Mexicana, y Vasca
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Web: https://apapacho.es/
Precio estimado: 60,00€
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Una relativamente nueva propuesta en Valencia, a priori muy interesante. Me atraía de ella todo: el nombre, sus propietarios, el tipo de cocina y el local.
El nombre, Apapacho, sonoro y exótico, queda explicado en su web: apapachar, en náhuatl -una de las lenguas indígenas mexicanas- significa acariciar con el alma.
Sus propietarios: un chef mexicano y una jefa de sala valenciana que se conocieron estudiando en una afamada escuela vasca de gastronomía, Basque Culinary Center.
El tipo de cocina: de mercado, protagonismo de las brasas, con aportes mexicanos y vascos.
El local: instalaciones realmente cools en Artes Gráficas, con una sala en “L” invertida, con la cocina a la vista a la vuelta, convenientemente escondida pero presente.
Fui de avanzadilla un día de entresemana a mediodía a probarlo, tomamos el menú diario tuneado con dos entrantes de carta. El menú no me dijo nada, pero sí los mencionados entrantes, pues tanto la empanada de maíz rellena de cangrejo, veracruzana y mayonesa de habanero fermentado como las verduritas a la brasa con crema de ajos y tatemados, estaban ricos.
Así que la cosa estaba clara, había que volver una noche a cenar a la carta. Y eso hicimos.
Por la noche el local aún es más bonito, y acoge a una clientela de lo más trendy de Valencia, con mucho treintañero y algún que otro cincuentón, y no miro a nadie. La iluminación es acertadísima, creando una atmósfera elegante y agradable. Las mesas de madera, desvestidas (a mí me mola), son muy amplias, aunque demasiado juntas unas junto a otras en determinadas zonas, como en la que me tocó, a la entrada.
No tienen menú degustación (o no nos lo ofrecieron) por lo que tomamos dos entrantes y dos principales de la carta para compartir, quedando la comanda de esta guisa:
• Inflada de maíz azul, panceta al pastor, guacamole, piña asada y encurtidos
• Pulpo “frito” con espuma de allíoli de azafrán, polvo chorizo y chips de boniato
• Corvina a la brasa, tapenade y vinagreta de tomate
• Pichón con sus dos moles
• Tarta de queso a la brasa
• Soufflé de avellana con helado
Chico, chico, no quiero hacer sangre, pero no cubrió expectativas.
Mi impresión particular es que el chef anda algo tímido, como pidiendo permiso, y se mide demasiado, tanto con las potencias, como con las profundidades, como con los picantes, resultando al final algunas de sus creaciones carentes de punch, de alegría. Le falta consolidarse, estructurarse, cuajarse, decidirse, para dar sentido a sus ejecuciones, que son de partida realmente atractivas. Y se percibe escuela, técnica. Me gustó mucho la corteza que envolvía la inflada, con gratos recuerdos a huitlacoche, si bien el plato adolecía de redondez. Y, aunque le faltaba picante, también me gustaron los dos moles que acompañaban al pichón, el problema fue que el pichón estaba crudo en alguna de sus partes, excesivamente poco hecho -border line- en otras, y bien hecho en las menos. Lo que sí estaba rico, rico, fue el soufflé de avellana, el mejor plato de la noche a mi juicio, rollo coulant, aunque el helado de frambuesa no le pegaba ni con cola.
Emplatados muy plásticos, sobrios pero con criterio y “toque”.
La carta de vinos está muy bien, con numerosas y variopintas referencias, sin trato especial al mismo, se limitan a descorcharlo y darlo a probar, copas correctas.
El servicio, la verdad es que son todas encantadoras, pero fue, cómo decirlo suavemente, “mejorable”. Quizás le faltaban efectivos ante el lleno hasta la bandera que presentaba, no sé, el caso es que el cava salió después del primer entrante tras reclamarlo hasta tres veces, pedí picante y no me lo sacaron, las mesas que quedaban libres permanecían eternamente sin recoger, dando una impresión pésima, con servilletas por el suelo, otras arrebullonadas encima, las sillas desplazadas… y para rematar pedí un vino dulce para acompañar el postre que llegó cuando ya me lo había terminado.
Tardaremos en volver, un añito como mínimo, pero lo haremos, ojalá cuajen, pues se ve claramente que tienen mimbres para confeccionar un buen cesto y, como decía al comienzo, la propuesta me resulta muy simpática. Y además, amigo, los tipos abrieron al comienzo de la pandemia, unos valientes, se merecen triunfar. Así que estoy pensando que volveré antes del año, bastante antes.
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Pues no eres el primero que me lo dice… ya sabes que no soy nada early adopter, así que también yo lo dejaré en reposo…
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Jaja, lo sé, lo sé, pero early, early… ¡lleva casi año y medio abierto!
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Pues pensaba que llevaba meses, pero claro, ahora viendo las fechas de la pandemia, efectivamente, más de un año. A mí esto de la pandemia me ha roto el reloj biológico.
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