Ubicación: Hotel Santa Catalina - Calle León Castillo, 227
Las Palmas de Gran Canaria (Palmas, Las)
España
Código Postal: 35005
Teléfono: 928243041
Horario: Solo cenas
Menciones: 1 Estrella Michelin y 1 Sol Repsol
Tipo de cocina: De autor
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Web: https://www.restaurantepoemas.com/
Precio estimado: 150,00€
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En nuestro reciente viaje a la isla de Gran Canaria nos habíamos reservado como “plato fuerte” desde el punto de vista gastronómico la visita a este restaurante que se ubica en la planta baja del Hotel Santa Catalina en Las Palmas. Se trata de un establecimiento emblemático en la ciudad, con más de cien años de historia siendo considerado el mejor hotel de la isla. El edificio está rodeado por los jardines del parque de Doramas y es una impresionante mole de estilo colonial con más de doscientas habitaciones y varios salones, así como diversas cafeterías y restaurantes.
Poemas ocupa dos de esas estancias. La intervención arquitectónica ha sido ínfima. Tan es así que, en la sala donde cenamos, es prácticamente imperceptible. Sobre los hombros del comensal recaen años y años de historia y todo el peso de la enjundia que transpiran los altos techos y sus artesonados, los muros revestidos de madera tallada, los pisos de mármol y la tenue iluminación de las lámparas con sus tulipas de tela.
Al mando de las cocinas se encuentra la chef canaria Itzíar Pérez bajo la tutela constante de los hermanos Juan Carlos y Jonathan Padrón que han cosechado grandes éxitos en su restaurante El Rincón de Juan Carlos en la isla de Tenerife. Poemas cuenta actualmente con una estrella Michelín y un sol Repsol. Ofrecen dos propuestas de menú: Clásicos por 90,00 € y Poemas por 120,00 € que fue el que nosotros elegimos:
Arrancamos con una serie de pases que, aunque se sirven uno tras otro, tienen una concepción muy similar a la de los típicos aperitivos que suelen abrir los menús en la mayoría de los restaurantes gastronómicos: platos de uno o dos bocados como máximo que, en algún caso, se toman directamente con las manos o, a lo sumo, con un par de cucharadas. Brioche frita con brandada de bacalao y caviar; Turrón de morcilla canaria y praliné de almendras; Bocadillo de rabo con mayonesa de pimienta fermentada; Empanadilla de gamba roja. Grandes platos en pequeño formato con una concentración sápida superlativa que provocan el silencio en la mesa y el disfrute máximo.
La ostra con curry verde nos parece una verdadera maravilla. El molusco, de tamaño notable, llega troceado desde la cocina para facilitar su ingesta. El fondo que la acompaña, lejos de enmascarar su particular sabor, constituye una gran armonía que eleva a este plato desarrollado a partir de la ostra a uno de los mejores que haya podido degustar con este producto.
El chipirón, ajo negro y limón encurtido nos sorprende por la inconmensurable textura que se alcanza en el cefalópodo. Pura mantequilla. Cerramos de nuevo los ojos y dejamos que la ingesta acaricie nuestro paladar. Un gran plato.
La espinaca, crema doble de espinaca y huevas de trucha supone un bocado más fresco y ligero después de un arranque brutal. Sutileza en el juego de texturas y sabores.
La anguila a la “Benedictine” pasa sin lugar a dudas al listado de grandes platos degustados en este 2023. La yema del huevo actúa como texturizante y combina a la perfección con el sabor ahumado de la anguila. Una genialidad.
Entregados por completo a la cocina de los hermanos Padrón, el cherne, blanco de cherne y kale frito nos supone un paso atrás en un menú de tanto nivel. No hay ningún ingrediente que chirríe, pero el punto de cocción del pescado nos parece excesivo, cosa que impide de manera notable el disfrute total del plato. Una lástima.
Pichón asado con cacao: sencillez y armonía. Serían los rasgos que mejor caracterizan este pase. Punto perfecto de cocción, ahora sí, y contrapunto acertado de los acompañantes en cuanto a cantidad y ensamblaje.
El taco de chocolate, caramelo y mezcal es un buen postre que brilla mucho más por su efecto en boca que por su aspecto un tanto rudo y primario. El sabor ahumado del mezcal está bien presente y combina a la perfección con los helados de cacao y caramelo.
El pepino, yogur, rosas y trufa es un golpe de frescura después de su antecesor. Mucha personalidad en una creación donde el pepino se erige como gran protagonista con el riesgo que ello conlleva.
En claro contraste, el chocolate ahumado, Jack Daniels y mandarina resulta un pase más “entendible” y un colofón muy apropiado para aquellos paladares más golosos.
Se cierra el menú con un nutrido y bien surtido pase de petits fours.
En definitiva, una cocina de corte clásico, con uso adecuado de técnicas más contemporáneas, con pequeños guiños a la cocina y producto canario. No es un menú que rebose territorio ni tipicidad, pero ello se compensa con la suculencia y equilibrio en todos y cada uno de los platos.
Para acompañar la cena tomamos una manzanilla y un vermut como aperitivos y, posteriormente, nos pusimos en manos de Rafael, excelente sumiller que nos aconsejó acertadamente en la comanda de los vinos. Tomamos una botella de Palo Blanco 2021 cien por cien listán blanco y otra de Las suertes 2019 elaborado con listán negro y ambos con DO La Orotava.
Servicio exquisito, sin ningún pero: cercano sin intrusividad alguna, siempre dispuesto a ayudar y con la soltura y espontaneidad que tanto se echan de menos en algunos restaurantes de este nivel. Todos cuántos se acercaron a nuestra mesa mostraron ese mismo talante, pero especialmente Lucía y Rafael quienes llevaron el peso principal del servicio con nuestra mesa.
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Toooomo nota!!! 🙂
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Vaya nivelazo. Gracias por compartir.
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