La Fábrica de Solfa



Ubicación: Arrabal del Puente, 16
       Beceite (Teruel)
       España
Código Postal: 44588
Teléfono: 978850756
Horario: Abre todos los días de la semana
Menciones: 1 Sol Repsol
Tipo de cocina: Creativa
Te puede interesar: Con encanto y Con vistas
Web: https://www.fabricadesolfa.com/restaurante/
Precio estimado: 75,00€

Valoración media :  
5 stars   0
4 stars   1
3 stars   0
2 stars   0
1 stars   0
4 estrellas de 1 Valoraciones
Cocina 5 5
Servicio 4 4
Local 5 5
Servicio del vino 4 4
Relacion calidad-precio 4 4
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5 comentarios sobre “La Fábrica de Solfa

  • el 25/05/2024 a las 21:46
    Permalink

    Tras cenar en Baudilio (Valderrobres) el programa gastronómico de la quedada anual turolense del Los Huerfanitos, este año en el Matarraña, nos llevaba a comer en Beceite, eso sí, con paradas previas (el aperitivo es sagrao en nuestra familia). Cretas, Caseras, Calaceite… y la última, ya casi a las puertas de Beceite, en esa deliciosa “terraza de carretera” llamada Pont Nou.

    Beceite no puede ser más bonito, por su casco urbano medieval tan bien conservado, y sobre todo, por el agua, por todos los ríos que por su término municipal nacen o pasan (Matarraña, Ulldemó, Algás y Pena), dando lugar a parajes que merecen sí o sí una excursión (como el Parrizal y La Pesquera), y dando lugar también a esa estampa tan pintoresca del pueblo partido por unas limpias aguas que caen en cascada cruzándolo. Pues bien, colgando literalmente sobre una garganta con saltos de agua formada por el río Matarraña, están este restaurante y hotel al que pertenece, La Fábrica de Solfa.

    La Fábrica de Solfa ocupa por completo una de las 9 fábricas de papel que se establecieron en el pueblo sobre el año 1800, aprovechando la potencia y regularidad de los saltos de agua. Hoy no queda ninguna, pero en este hotel, por ejemplo, se encarga de que no nos olvidemos, decorando sus espacios con motivos alegóricos al tema, y con carteles divulgativos.

    El restaurante está en una sala pequeñita, un piso por debajo de la entrada principal, y da todo él al río, qué vistas tan preciosas. Todas las mesas tienen vistas… menos una, pues está pegada a la pared entre una ventana y otra, por lo que no puedes ver absolutamente nada más que pared. ¿A que no adivina el avezado lector en qué mesa nos acomodaron a Los Tres Huerfanitos? Sí, efectivamente, compruebo que el lector es avezado: en ésa, y eso que había alguna otra libre ¿¿¿???? La verdad es que me fastidió bastante, pero como veníamos “contentos” del aperitivo… se me pasó más rápido que deprisa.

    Mesas pequeñas, con holgada separación entre ellas, bien vestidas y equipadas… tiene maneras de buen restaurante, y así se lo reconoce la Guía Repsol, con 1 Sol.

    Tiene una pequeña carta, y varios menús que la recorren con mayor o menor amplitud. Nosotros elegimos el Menú “Identidad” (55€), que debe ser intermedio, y que ese día constaba de los siguientes pases:

    —————
    • Infusión
    • Garbanzo, alcaparra y sardina
    • Puerro, bearnesa, trucha y paté de conejo
    • Panceta, tomate, yema y chlorella
    • Fesols de Beseit, crestas y almendra
    • Anguila, boletus, foie y papada
    • Ternera, boniato y saduricha
    • Calabaza, castaña y pimienta rosa
    —————

    Se trata de una destacable cocina creativa, que para sus trabajos utiliza en gran parte los mejores productos locales. Así puedes encontrar fesols de Beseit (alubias blancas de Beceite que están recuperando ellos mismos), cerdo Duroc, conejo, trucha, ternasco, trufa, setas, vegetales y hierbas de la zona (como la saduricha o ajedrea), aceite de empeltre…

    Cuando el chef Kike Micolau combina su mencionada creatividad con los también mencionados productos locales, y le añade otros selectos ingredientes de cualquier otra parte que lo merezca, obtiene como resultado unos estupendos pases, comedidamente sabrosos, elegantes, personales, emplatados con mucho gusto y criterio, emplatados que realzan el concepto de la cocina, tanto por su disposición como por sus vajillas.

    Buena carta de vinos con muchas referencias regionales, que fue a las que atacamos siguiendo nuestra política de consumir vinos de allá donde comemos. Comenzamos con un Lagar d’Amprius Chardonnay 2022 criado en sus lías, que estaba estupendo, cremosito, mucha fruta blanca, acidez, muy bien, y luego nos retó Willy a que probáramos el varietal de gewürztraminer de esta bodega, a mí me daba pereza por el dulce histrionismo que a veces te encuentras en esta variedad, pero insistió que no iba a ser así… y nos pimplamos una botellita de Lagar d’Amprius Gewürztraminer 2017 que efectivamente no estaba desbocado, y que, mostrando esos terpénicos tan característicos, tenía un pase. Le dijimos a Willy que con qué tinto local nos aconsejaba terminar, que no fuera excesivamente poderoso y concentrado, y acertó de pleno sacándonos una botella de Disruptivo 2021, de Mussols, una minúscula bodega de Fórnoles, también en el Matarraña, que hace vinos de autor, alguno tan loco y apasionante como éste, de variedades autóctonas.

    El servicio, pues tengo que decir que, aunque empezamos un poco tensos por la pésima ubicación de nuestra mesa y por algún alarde enológico no solicitado, terminamos encantados. La sala la lleva Willy con mucha profesionalidad y suficiencia, además de simpatía y retranca si le “tiras”, pero no está sólo, tiene un ayudante, un ayudante que es ni más ni menos que el propio Kike, el chef, que sale a cantar algún plato, a terminártelo en mesa… y que es un tipo educado y encantador. En conjunto hacen que la percepción del servicio sea top.

    Hay algún detallito que mejorar, pocos, pero alguno hay, como por ejemplo que no tengan una tabla de quesos de la zona, con los quesazos que hay por ahí, y con el espíritu que preconizan. Cuando la pedimos y nos dijeron que nasti de plasti, nos explicó el propio Kike que la ha tenido mucho tiempo, pero que decidió retirarla de la carta porque… se le comía los quesos el jefe, el dueño. No dábamos crédito, pero el “tragón”, que pasaba por ahí, lo atestiguó muerto de risa. Qué bueno. Oye, pero Kike se las apañó para componer una mini-tabla de dos quesos con lo del desayuno del hotel, morellanos ambos, con los que nos terminamos dignamente la botella de tinto.

    Al final, como siempre, nos marchamos los últimos, pero aún tuvieron tiempo y ganas para echarnos juna fotico en la terraza del hotel-restaurante, que está sobre una escalera que baja al río Matarraña.

    ¿No conoces la comarca del Matarraña? ¿No conoces La Fábrica de Solfa? ¡Pues ya tardas!

    Valoración media 4 4
    Cocina 5 5
    Servicio 4 4
    Local 5 5
    Servicio del vino 4 4
    Relacion calidad-precio 4 4

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