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Qué vino más divertido, oye, me ha recordado, salvando las distancias, pero sí, me ha recordado, a alguno de los vinos del gran Pfifferling.
Vaya manera más top de debutar con ese club de vinos “antisistema” (teóricamente, habrá que ir viendo) llamado Descorchify, de Pascual Drake, un club que aboga por aquello de “no hay que pagar mucho para beber bien” (en eso no se diferencia en nada de muchos otros clubs), que busca “vinos originales y desenfadados” y que satiriza y huye despavorido de las “descripciones y catas con ínfulas”. Era mi primer lote, y de mi primer lote, mi primer vino.
La verdad es que, a los días de apuntarme, casi que me dieron ganas de darme de baja ante la avalancha de mails que recibes contándote cosas del mundo de los vinos, la mayoría de ellas previsibles y más que conocidas; unas pocas, las menos, interesantes. Pero me dije, bah, si a mí me gusta mucho el vino, lo consumo a diario, y me va a aportar 3 vinos asequibles al mes, pues oye, no leo los mails, y me espero a que llegue el primer lote y decido.
Oooño, qué maravilla, me ha entusiasmado esta moristel, una variedad autóctona somontanesa y en proceso de recuperación, de la que había bebido mucho en coupage pero nada en varietal.
Y el vino está macanudo más allá de la historia de esta “Moristel Fugaz”, que es muy interesante, y que nos cuenta Pascual Drake: un vino que “no existe”, sólo había de él un par de fudres que, por una serie de circunstancias, tenían por allá los bodegueros sin saber muy bien qué hacer y que cató Pascual y decidió llevárselas, embotellarlas, darle un nombre y etiquetarlas para sus “descorchifitos”, como llama a sus socios. Etiquetarla… o más bien contraetiquetarla, porque la etiqueta frontal es una común de la D.O.
Un vino ligerito (tanto de capa, como de color, juvenil, como de equipaje para tan largo viaje), vivaracho, con una maravillosa acidez.
Muy entretenido en nariz, de inicio me sale cuero, me salen piedras de río, para luego venirme recuerdos de esas fresitas con zumo de naranja que hacía mi madre a las que echaba un chorrín de vinagre. Agitando me aparecen notas de cacao y finalmente algo fermentativo, rollo sidrina.
En boca es como decía, divertido, con una acidez así tal que de amable cítrico maduro, pero una acidez que se expande e incrementa conforme avanza la degustación, aunque bien es cierto que redondea, es roma, no afilada. Aparece también aquí ese zumo del que hablaba y esa sidrina juguetona. Al final, me acaba ya de enamorar ese pelín de astringencia de la buena que me deja.
Oye, que o, que no me borro. Ni de coña. Continúo… a no ser que me echen por haber colgado una cata que tiene algo de “ínfulas”.
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