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Un restaurante en plena Skadarlija, el barrio bohemio, el llamado Montmartre de Belgrado. Se trata de una calle empedrada empinada, con los restaurantes dispuestos sobre plataformas de madera para nivelar el piso, rodeados de jardineras también de madera repletas de flores, con música en vivo en muchos de ellos, música que se entremezcla de un local a otro, de una terraza a otra, creando una atmósfera única, embriagadora.
Y entre todos los restaurantes que abarrotan esta maravillosa Skadarlija, Dva Jelena es el que nos recomendaron sin titubear contrastadas fuentes locales.
Accedes por una de esas deliciosas pequeñas terrazas. Tras ella se esconde un restaurante inmenso, con varios ambientes, rústico pero bien puesto, con motivos de caza y rurales decorando (Dva Jelena significa Dos Ciervos). Fundado en 1.832, se enorgullece de ser el restaurante a la carta más grande de Serbia.
Teníamos mesa dentro, pero la música en vivo era muy aparatosa allá, así que preguntamos si podíamos salirnos a esa encantadora terraza y sí. Como decía, embriagador el cruce de músicas entre un local y otro, de gentes, de flores…
Para ponernos en ambiente y seleccionar la comanda con relajo, pedimos una jarra de Jelen pivo, que cumplió su cometido.
Cocina regional tradicional, carta en serbio y en inglés. Queríamos probar algo representativo del país y, tras unas ensaladas vinieron…
–Pljeskavica gourmand. La pljeskavica es el plato más representativo de Serbia y es como una especie de hamburguesa grandota y gruesa, especiada, y de carne generalmente de cordero. En este caso, como era en plan gourmand, llevaba además tocino, queso y pimentón bastante picante, acompañada de patatas asadas. Brutal.
–Costillas de ternera deshuesadas y horneadas, servidas con patatas asadas. Presentadas como en dados, tipo estofado norteño. Buahhhh, orgasmáticas. Iban previamente adobadas, y el resultado era un bocado tierno, jugoso e hipersabroso.
Mención especial tienen tanto las patatas que acompañaban a ambos platos, espectaculares, como los panes, en especial uno de pimentón y aceite que era adictivo.
–Pastel de cerezas. Muy rico, aquí trabajan bien y mucho la cereza.
La carta de vinos era muy extensa, y poblada de referencias serbias y de las demás antiguas repúblicas de la extinta Yugoslavia. Nos decantamos por uno serbio de nombre Lastar Chardonnay 2015, realmente interesante. Correcto el servicio del mismo, pero (y esto es una costumbre de todos esos países según pudimos comprobar posteriormente) tienen la manía de llenarte la copa en exceso y demasiado rápido. Stop! I can do it!
Una experiencia fantástica, inolvidable, por la calle, el entorno y la opípara cena.
Y por 18€ al cambio por cabeza, oigan.
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