Esta es la historia de Harvey Wiley, el buen envenenador, quien marcó un antes y un después en la lucha contra los aditivos alimentarios nocivos con un experimento que ha pasado a la historia, tanto por su controversia como por sus resultados. Hoy vamos a hablar del escuadrón veneno, The poison squad.
A principios del s. XX con el aumento de la población las necesidades alimenticias también crecían y a un ritmo poco sostenible, sobre todo en las grandes urbes y esto, evidentemente, se acentuaba en los Estados Unidos, donde las ciudades eran más grandes. Pero el vil metal y la economía de mercado mandan y los productores de alimentos debían crecer a toda costa, por lo que se llevaban a cabo prácticas de lo más singulares.
Harvey Wiley, el buen envenenador.
La leche fue de los primeros alimentos en adulterarse, debido a su alto consumo en la sociedad norteamericana. Para aumentar su volumen lo tenían realmente fácil, se añadía agua a la leche ordeñada, aproximadamente una tercera parte de la leche que consumían los norteamericanos por aquellos tiempos era agua. Pero claro, esto también cambiaba su color, haciéndola más pálida, por lo que no se tardó demasiado en añadirle yeso o tiza y, más tarde, un espesante un tanto siniestro… sesos de ternero machacados, que por aquel entonces eran un despojo barato de conseguir y daban a esa leche aguada una consistencia más cremosa. Y este solo es uno de los cientos de ejemplos de la “creatividad” de la industria agroalimentaria de la época.
El uso de aditivos como conservantes de los alimentos
Además del problema del suministro estaba el de la conservación de alimentos. La falta de conocimientos tecnológicos, tan cotidianos hoy en día como la pasteurización, se unía a la mala praxis de la época, por lo que los alimentos duraban muy poco en buenas condiciones, se requería de conservantes. Si nos centramos en la leche, un alimento que promovía e incluso subvencionaba el estado, el problema era muy grave pues en apenas un día la leche se agriaba y se hacía imbebible. La inspiración de los profesionales de la época fue añadir borax o formaldehído, dos compuestos químicos que hoy utilizamos en muchos productos de limpieza y desinfección. ¿Y en qué acabó todo esto? Pues, obviamente, en un aumento de la mortandad, sobre todo infantil.
Borax, el detergente que se utilizaba para conservar alimentos.
Es entonces cuando entra en escena nuestro protagonista, Harvey Wiley, un sencillo hombre nacido en 1844 en una cabaña de troncos de Indiana, quien decide poner fin a las tropelías de la industria alimentaria de la época. Su idea revolucionaria y controvertida fue envenenar, con fines filántropicos, a un grupo de voluntarios.
The poison squad
El experimento propuesto por Wiley consistió en tomar a doce sujetos a los que se iba a dar de comer tres veces al día, siete días a la semana, totalmente gratis y con la ayuda de la estrella mediática del momento, la cocinera Fannie Farmer, con la única condición de que no podían comer nada fuera del experimento. ¿Y dónde está letra pequeña? Bueno, pues en sus alimentos se introducirían un total de siete sustancias potencialmente nocivas para la salud. Iban a ser envenenados deliberadamente, y con su consentimiento, adquiriendo el sobrenombre de el escuadrón veneno (The poison squad).
Cada semana, médicos del Public Health and Marine Hospital Service, examinaban y anotaban los cambios que iban apareciendo en los doce de Wiley. Se analizaba su sangre, orina y heces, se anotaban los síntomas que presentaban y se evaluaba el estado de los pacientes. Las anotaciones de estos cuadernos (pérdida de memoria, malestar general, dolores de estómago, vértigos) son escalofriantes.
The poison squad preparado para comer.
Como era de esperar, la industria no vio con buenos ojos esta experiencia que trató de boicotear por todos los medios, creando una gran controversia social y tratando de desprestigiar a nuestro buen envenenador. Sabedores como eran de que experiencias similares con animales no darían los mismos resultados que con humanos, cuestionaban la moralidad y legalidad del experimento, además de sus resultados, dejándoles así vía libre para seguir utilizando estos aderezos mortales.
Este experimento duró cinco años y, aunque solo murió uno de los integrantes, la mayoría acabó con secuelas que jamás superaría, ratificando así los temores de Wiley y alertando al gobierno de los Estados Unidos, que tuvo que tomar cartas en el asunto a pesar de la presión de las grandes empresas alimentarias que controlaban el país.
El legado de The poison squad
El experimento de Harvey Wiley es a día de hoy uno de los referentes a nivel mundial en cuanto a determinación y posología de drogas y venenos. Wiley redactó además una lista de aditivos prohibidos que es, a día de hoy, prácticamente la misma que hay en Estados Unidos, mientras que en la Unión Europea constituye el 70% de la lista actual.
De hecho, este es el origen de la Food and Drugs Administration, la famosa FDA americana que a día de hoy regula la ley alimentaria y persigue los delitos contra la salud pública. Tan solo tres años después de que los estudios de Harvey Wiley vieran la luz, no solo se realizaban estudios exhaustivos de los alimentos que se producían en los Estados Unidos, sino que además se endureció la política de importación de alimentos de otros países, siendo actualmente uno de los países con más obstáculos y cortapisas en su política de aduanas.
Los integrantes del escuadrón veneno son considerados unos héroes de la historia de los Estados Unidos. Sobre ellos se han escrito varios poemas, canciones y libros. De entre las lecturas destacadas os recomiendo The Poison Squad: One Chemist’s Single-Minded Crusade for Food Safety at the Turn of the Twentieth Century, de Deborah Blum, donde se trata el tema ampliamente.
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Leches!!! que interesante, nunca había venido por aquí, voy a investigar más sobre el tema que me ha picado la curiosidad.
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