Nos aferramos al tiempo.
Miramos el otoño como el intento cobarde de que no llegue el invierno.
Ese frío mordaz que nos cambia las terrazas por el sofá y la manta.
Acorta el día, nos frotamos las manos, nos alzamos el cuello del abrigo hasta tener la sensación de desaparecer bajo la ropa. Porque vuelve el frío, y con él, deshacernos de la idea de los días azules. Igual que un médico se deshace de sus guantes, paciente tras paciente.
También llega la Navidad.
Prisas por las calles de Zaragoza, comercios abiertos a todas horas, precios desorbitados, empujones…
Hay que decorar la casa, elegir modelo y por supuesto, servir el mejor menú el día de Navidad.
Chupito de crema de lombarda con piñones, calabacines rellenos y pétalos de caléndula, tronco de navidad a los tres chocolates, brindar con un Louis Roederer Brut… Infinitas posibilidades para seguir las tendencias y sorprender a tus comensales.
Pero antes hay que superar la cena de Nochebuena y el temido reencuentro con la familia -que es tu familia, sí, pero que no hay ganas-
La ausencia de una cena sofisticada es casi una promesa
Pero entonces algo pasa.
El olor a caldo sale de la cocina. Ese mismo caldo que hacía tu abuela…
Y es que hay recuerdos que solo nos hacen revivirlos los olores.
Entonces todo vuelve a tiempo.
Por un momento, los pies no te llegan al suelo y estás sentado encima de un cojín de lana.
Se hace sitio en la mesa para la bandeja de langostinos que se recibe con alegría entre aplausos. Como si fuera el mayor de manjares
Vuelves a arrodillarte ante pino cargado de bolas y luces intermitentes de colores. A ver tirillas brillantes que se sueltan del espumillón por toda la casa y a avanzar los camellos por el río de papel de plata hasta el minúsculo niño del pesebre.
Innovar con flores orgánicas empieza a perder importancia. Todo hace pensar que tal vez no sea tan buena idea acabar comiendo lo mismo que los suecos -o los conejos-.
Y aunque dicen que uno no debería volver al sitio en el que fue feliz.
Yo vuelvo.
Y allí, siempre es Navidad.
©Ana Baquedano
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He llegado algo tarde pero me ha gustado mucho el texto Ana. Es íntimo, sincero y comparte conmigo muchas coincidencias. Gracias por tus palabras hablan de sentimientos. Un abrazo.
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