Ubicación: Avenida Campanar 17
Valencia (Valencia/València)
España
Código Postal: 46009
Teléfono: 963402628
Horario: Cierra domingos y lunes. Noches sólo viernes y sábados.
Menciones:
Tipo de cocina: De mercado
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Web:
Precio estimado: 50,00€
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Me encanta volver a esta santa casa, volver a casa de Tere y Paco y dejarme hacer. En Pirineos pienso poco y disfruto mucho. Lo más recomendable es sentarse y dejar que Paco cante los platos de la carta que, pese a no perder sus clásicos, nunca deja de cambiar, pues siempre vas a encontrar los productos de temporada. Si a eso le añadimos una excelente relación calidad/precio, ¿qué más puedo pedir?
No redundaré en mi comentario anterior, pero básicamente lo que busco en Pirineos es cocina de mercado, con productos estacionales, sin dejar escapar el otoño y sus setas y, por supuestísimo, esas mollejas bien ricas que nadie hace como Tere.
Además la carta de vinos es interesantes, a precios correctos y siempre escogidos con el buen criterio de Paco.
Algunos dirán que esto es sota, caballo y rey, pero yo veo producto, esencialidad y honestidad. Cuando se tiene las mejores cartas para qué cambiar.
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Cuando me apetece producto, buen trato y una carta de vinos más que buena, me viene a la mente el local que Paco y su mujer regentan desde años.
La actual ubicación de Pirineos lo deja solo ante el peligro. Con el traslado del hospital La Fe a su nueva ubicación, este referente de producto que lleva trabajando durante décadas de forma impecable, ha sobrevivido a la crisis, a la soledad, a una zona en la que a duras penas encuentras algo decente en lo que hincar el diente y a los menús low cost que acaban ahogando la calidad de los restaurantes.
Sirva pues esta valoración una forma de señalar en el mapa este restaurante que jamás se apeó del tren que había decidido tomar, de reconocimiento a Paco y toda su familia que siguen trabajando duro en este local que ya cuenta con la tercera generación en plantilla.
El restaurante mantiene su estética clásica, paredes forradas de madera, mobiliario cómodo, luz cálida y una atmósfera familiar, que te hace sentir como en casa. A remarcar en el entorno que en el parking del antiguo hospital se puede dejar el coche a un precio irrisorio, estuvimos como cuatro horas y pagamos algo más de 1€, así que no merece la pena dar vueltas para buscar sitio.
Empezamos el festival con unas ostras Guillardeau, como siempre, muy buenas. Continuamos con unos berberechos de buen calibre y sabor, producto y más producto.
Alcachofas con trufa, y aquí es cuando Paco se pone a rallar trufa de Sarrión e inunda toda la sala con ese aroma…
Mollejas de ternera en su perfecto punto, posiblemente, las mejores de la ciudad.
Rodaballo salvaje preparado con aceite de oliva y pimentón, y un bacalao con aceite de trufa. Platos al desnudo que dejan ver las costuras, los mimbres de la calidad del producto, sin enmascarar el sabor o textura de los pescados.
Acabamos con una tabla de quesos para poner punto y seguido, porque Paco se empeñó en que probáramos la leche frita con helado de turrón, que bien mereció “el esfuerzo”.
Buena carta de vinos, extensa y con referencias interesantes. Empezamos con una manzanilla de Lustau, un Bolo y un Tres Picos. Acabamos la sobremesa con un Oremus Tokaji Aszú 3 Puttonyos 2009. Copas de calidad y excelente servicio y atención redondean la oferta, con un Paco pletórico, amable y simpático, pero sobre todo, enamorado de los vinos y su oficio.
Hasta la próxima.
Todo el festival por 45€. Juzguen ustedes la relación calidad/precio.
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Ese maño sabe mucho, lástima de ubicación que no me “llama” nunca!!!
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Sin embargo a mí me encanta. Parking barato, no entro en Valencia, no hay atascos… Una maravilla, a no ser que quieras dar un paseo después de comer que, sin ser una mala zona, no tiene demasiado atractivo.
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Local abierto des hace muchos años pequeño con mesas cómodas , con buena separación entre ellas , porque aunque parece que están muy juntas, la verdad es que la separación es adecuada. Mantelería , vajilla , cubertería y cristalería de buen nivel. Decoración clásica
Su carta se basa en producto puro y duro. Eso si , que producto. ….. Todo esta bueno y mantiene una sombrosa regularidad a lo largo de tanto tiempo. No busquéis ni platos sofisticados ni arroces. Para eso hay otros restaurantes. Su carta es muy amplia y como ejemplo se pueden destacar las ostras, las gambas, las mollejas, los callos y los pescados y las carnes a la brasa.
Carta de vinos amplia , con referencias muy interesantes. Paco , dueño junto a su mujer y encargado de la sala es un enamorado del vino y eso se nota. Porque además de ser un amante del vino , sabe , y sabe mucho de vinos. Por eso, quizás , lo mejor es dejarse aconsejar.
Servicio en sala muy amable , muy rápido y muy cercano.
Pirineos es un restaurante clásico. De los que no hace ruido , ni es mediático , ni cool ni fashion. Pero lleva mas de 30 años abierto y eso , será por algo. Creo que mucho tendrá que ver su profesionalidad, su trabajo y sobre todo su enorme honradez. Hay veces que la moda es lo de menos y lo que importa es la esencia.
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Me has despertado las ganas de volver! A por las mollejas (entre otras cosas)
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Son un vicio 🙂
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Javier, este uno de mis restaurantes de producto favoritos. En otoño es un lujo porque es indudable que materia prima que usa Paco es de muy buena calidad.
Somos clientes habituales.
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… el camino es el mundo de la moda. Ellos fueron antes; están volviendo antes.
Llegó, y se está en un punto, en la gastronomía en que los restaurantes fueron hacia las fashion week. 18 colecciones al año, precolecciones, postcolecciones, intracolecciones. Naranjas en agosto y uvas en abril.
Ya ha habido algunos reputados diseñadores que han dicho que hasta aquí han llegado. Que ya está bien. Que esta no es forma. 2-3 colecciones al año y punto.
La gastronomía, en mi opinión, irá hacia ahí de igual modo que antes siguió el camino de la moda. ¿Qué necesidad hay de que todo sea innovación? ¿Inventar n platos cada año? ¿Es sostenible? Y ha de serlo para quienes lo ejecutan y para los consumidores y para los productores. Nadie puede estar fuera de esa ecuación. Si hay un eslabón que sufre esto no vale.
Si hacen bien una serie de platos, ¿porqué tienen que cambiar? No es cuestión de especialización en un nicho, ya sea clásico o innovador. Es cuestión de equilibrio y sensatez.
Saludos,
Jose
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Estoy totalmente de acuerdo, José. Personalmente, hay veces que me apetece una lentejas y otras el último grito en cocina de vanguardia, pero volvemos a lo mismo, con una colección al año yo voy tirando sobradamente.
A veces se da que por inventar platos nuevos quedan fuera de carta otros que echas en falta porque era excelentes. Muchos cocineros revisitan sus otras temporadas para buscar los platos irremplazables y eso es, sin duda, exigencias de sus clientes.
Un saludo
Dani
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Y es importante que no sea una disyuntiva. Esto es, innovación contra ¿sosiego? Ambas han de existir y coexistir. Sin la segunda la primera no existe. Sin la primera la segunda no avanza.
Hemos de ser responsables, además de en nuestro carro de la compra, en qué comemos en restaurantes y porqué lo hacemos. No podemos querer, pedir, exigir, novedad tras novedad tras novedad tras novedad…
¿Le voy a exigir a Lera que innove? ¿A El Charolés? ¿A Casa Montaña o Rausell? ¿A El Capricho? No tiene sentido. Atender a las estaciones es sensatez, claro, pero no podemos pedir cambio de colección cada pocas semanas. Es insostenible al más básico nivel humano.
… no todo debe, ni puede, ser Chateau Something en nuestras copas. El rosado de aquella masía tiene su lugar.
Saludos,
Jose
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Totalmente de acuerdo y, afortunadamente, en este país disponemos de una amplia oferta como para no tener que prescindir ni una de una otra cocina.
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