Una pandemia que nadie esperaba
En unas circunstancias tan especiales como las que estamos viviendo en la actualidad, resulta un tanto extraño ponerse ante el teclado para escribir sobre restaurantes y gastronomía. Puede que se trate del mal menor, seguro que sí, de una de las consecuencias más leves de todo cuanto estamos soportando en estas jornadas turbulentas, pero aquí uno echa mucho de menos ese esfuerzo de sentarse ante el ordenador y ponerse a escribir, a contarle a alguien que no se sabe muy bien ni quién es, ni de dónde procede, ni qué edad tiene… las andaduras por aquellos locales, bares o restaurantes, donde he encontrado el disfrute y la felicidad. En ocasiones, cuando la vida transcurría con aparente normalidad, me costaba ponerme en ello, he de confesarlo. El frenesí con el que discurre nuestro día a día a veces impedía encontrar el momento adecuado y sacar la fuerza de voluntad necesaria para detenerse, recordar y ponerse a relatar esos momentos tan mágicos que uno ha vivido. Ha tenido que llegar esto para que, cómo muchísimas otras tantas cosas de la vida, sepamos darle el valor y el aprecio que se merece.
Lo más duro: el confinamiento
Pero, sin duda alguna, aquello que especialmente ha trastocado el devenir de nuestras vidas ha sido el confinamiento en nuestros hogares. Cada persona vive una realidad diferente, es cierto, cada familia se enmarca en un contexto social, cultural y económico propio, pero aquello que es extrapolable en la mayoría de hogares españoles es nuestra devoción por la vida social y, como consecuencia de ello, el estar fuera de casa. Las bondades de nuestro clima, el peso de la tradición familiar, la cultura heredada… dejan en nuestro carácter una marca imborrable. En España se trabaja fuera de casa, se juega en los parques, se practica deporte en el exterior y se comparte cualquier celebración en bares y restaurantes. ¡Cuántas son las personas que salen temprano de su hogar y no regresan hasta bien entrada la tarde! Es por todo ello que este encierro entre las cuatro paredes de casa ha sido una prueba que muchos pensaban que no iban a superar.
Pero, sorprendentemente, los españoles hemos respondido mayoritariamente con una conducta responsable y ejemplar. No sólo el miedo ha sido quien nos ha retenido en casa. También el respeto a nuestros servicios públicos, nuestra solidaridad con ellos y con los mayores de nuestras familias, el afán de contribuir a que todo esto dure lo menos posible. Todos cuantos estemos manteniendo rigurosamente la cuarentena, merecen, por tanto, mi más sincero reconocimiento y gratitud.
La nostalgia del pasado
Pero hablemos de gastronomía, que de ello versa este blog. Desde la perspectiva particular de mi confinamiento, que puede diferir muchísimo de la de otras personas, insisto en ello, echo especialmente en falta el comer fuera de casa. No puedo (ni quiero) dejar de recordar los momentos vividos por obra y gracia del sector hostelero de este país. Por ejemplo, ellos han sido, entre otras muchas cosas, la génesis de innumerables relatos en este humilde blog de gastronomía. Por otro lado, las mesas de bares y restaurantes, sus terrazas, sus salones, grandes o pequeños, lujosos o sencillos, han asistido como testigos privilegiados a algunos de los momentos más bellos que haya podido vivir quien hoy les escribe. Bien sea con la familia, bien sea con amigos, en mesa grande o en la intimidad de la mesa de dos, en horario de mediodía o en el pase de cenas, en una gran ciudad o el pueblo más remoto de la geografía española… las casa de comidas han sido el refugio para evadirnos de las angustias que lamentablemente la vida a todos nos da sin excepción y el marco perfecto para celebrar desde los logros más importantes y trascendentales de la vida hasta ese maravilloso encanto de la cotidianidad.
Un reconocimiento necesario
Mi recuerdo cargado de emoción en estas horas va, por encima de todo, a las gentes de la hostelería. Propietarios, autónomos, camareros, jefes de sala, sumillers, cocineros de prestigio y ayudantes de cocina, gente que se lo curra ante los fogones de los miles de bares y pequeños restaurantes de este país, friega platos… todos ellos al servicio del cliente, del comensal que llega a la mesa para desconectar de su trabajo, para celebrar un logro, para reunirse con los suyos, para descubrir nuevos sabores o para reencontrarse con aquellos que quedaron olvidados en su memoria gustativa. Siempre se habla de la escasa formación que caracteriza al personal de la hostelería, principalmente en zonas de afluencia turística, y muy poco se reconoce la entrega, el esfuerzo, el buen hacer y el trato cordial que recibimos día a día en cientos de locales, en la mayoría de ellos.
Un reconocimiento inmenso al bar del barrio, al de toda la vida, donde hemos compartido con los amigos la emoción de grandes logros deportivos a través de esos televisores situados en la esquina, donde iniciamos el día con ese café tan propio que no encontramos en otro lugar, donde nos gustar tomar el aperitivo los fines de semana o esa cervecita al finalizar una dura jornada laboral. Un aplauso unánime para ese restaurante de referencia de la familia, aquel donde hemos disfrutado los grandes momentos de cada uno de sus miembros, su venida al mundo, su primera comunión, esos estudios que han finalizado con éxito o aquel aniversario de bodas que gustan compartir con los suyos. Un profundo agradecimiento para el personal de coktelerías y locales de copas por su sentido del humor y su energía, por estar trabajando para una clientela totalmente arrojada a la fiesta y el disfrute.
Y una profunda admiración por aquellos y aquellas que van más allá, que día a día se plantan ante los fogones con la ilusión de innovar, de explorar nuevos caminos, de aferrarse a la excelencia como único camino hacia la propia felicidad y la de sus clientes.
No sólo a los hosteleros
Cabe recordar también a otro sector afectado por este tsunami demoledor. Bodegueros, queseros, gentes del campo, especialmente aquellos que han volcado su ilusión y su inversión, en la agricultura ecológica, pescadores y ganaderos, suministradores de productos gourmet que prácticamente centralizáis todas vuestras ventas en el mundo de la hostelería… Sin vuestro trabajo, esos magníficos momentos no hubiesen sido posibles. Vuestra aportación al disfrute de la gastronomía es inmensa y, justo ahora que vuestra labor comenzaba a dar sus frutos, os veis inmersos en esta crisis de consecuencias inciertas.
Esperanza
No desfallezcáis, amigos. Resistid. Con más de uno de vosotros he comentado la crudeza despiadada que arrasó la hostelería en la crisis del 2008. Supisteis resistir. Muchos de vosotros os reinventasteis y conseguisteis resurgir luchando como verdaderos guerreros. La injusticia vuelve a poneros a prueba y, desde estas líneas, os encorajo a luchar de nuevo para despertar de esta pesadilla. Contáis con el apoyo de cientos de miles de españoles, de cualquier rincón, de diversa índole, sí, pero todos, creedme, con unas ganas incontrolables de volver a disfrutar de vuestros locales.
Volveremos
Los comensales no podemos fallar. Todo esto va a pasar, todavía no sabemos cuándo, pero es cierto que se trata de una crisis con un final. Volvamos a llenar terrazas, barras, mesas y salones de locales cuando todo acabe. Sepamos ser agradecidos con aquellos y aquellas que han estado tantísimos años a nuestro servicio, aguantando nuestros caprichos y manías, currándoselo justamente cuando nosotros disfrutábamos del ocio y el tiempo libre. Se lo debemos, no cabe ninguna duda. Mucho ánimo para todos.
¡Nos vemos en los bares!
P.S.: Este post va especialmente dedicado a gentes como Óscar y Julia, a Hero y su familia, a Bea, Jordi i Pau, a Rafa, Helena, Toni y Eva, a Iván, Paco y Lina, a Álex y Saúl, a Juanlu, a Santiago, a Javi, a José i Mari, a Julio, a Cristóbal, a Bruno, a Miquel, a Borja y Clara, a André y Lucía, a Alberto, Enrique y Pablo, a Quique y José Antonio, a Didier, a Rafa, a Rubén, a Kiko y Alberto, al tío David, a José Miguel y Nuria, a Begoña, a Ricard, a Pep, a Vicente, a Toshi, a Carito, Germán y Eva, a Fran y Cristina, a Jorge y Rebeca, a Paco, a Urko, a Marcos y Pedro, a Eneko, a Marcelo, a Juanlu, a Joan, a Oriol, Mateu y Eduard, a Dabiz, a los hermanos Roca… y a tantas y tantas otras personas que haya podido olvidar o cuyos nombres jamás he llegado a conocer pero que han propiciado que mi paso por sus casas constituyan un legado de momentos imborrables que jamás conseguiré olvidar.
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HEMOS VUELTO!!!
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