Ubicación: Carretera A Bárcena Mayor s/n
Correpoco (Cantabria)
España
Código Postal: 39518
Teléfono: 942706092
Horario: Abre sólo a mediodía
Menciones:
Tipo de cocina: Cántabra y Tradicional
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Web: https://casa-lucas.es/
Precio estimado: 20,00€
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Si visitas Bárcena Mayor, una de las localidades más bonitas de Cantabria, puedes comer allá en alguno de sus preciosos, concurridos y muy turísticos restaurantes. No es una mala opción, pero a mí me atrae más otra, que llevo practicando desde hace la tira de años pero que hace como 10 que no ejercía: comer a 8 km de ahí, en Correpoco.
Para ir a Bárcena Mayor, donde acaba la carretera, y para volver, no queda otra que pasar por Correpoco, que es una singular pedanía a los pies de una recta y dos curvas de la citada carretera, en una especie de puerto, creo que es el punto asfaltado más alto de la zona. Siempre me ha resultado simpática, tanto por lo bien que me suena, me hace mucha gracia, como por el peculiar paisaje, como por la paz y soledad que allá se respira frente a la algarabía de Bárcena Mayor. Antes había como una granja en la que había siempre jabalís y jabatos, y se veían muy bien desde la carretera porque quedaba en bajo. Ya no está. Ohhhh, era la diversión de después de comer, ir a ver a los jabatos.
Por todo eso… y porque hay un lugar, del que nunca recuerdo el nombre, en el que se comía bien y muy abundante (algo que de joven valoraba yo sobremanera). Se llama Casa Lucas, el único restaurante de Correpoco, y como digo nunca recuerdo el nombre y al acabar esta reseña lo habré vuelto a olvidar, pues queda totalmente fagocitado por la sonoridad de “Correpoco”, ves, de ese nombre nunca me olvido ?
Casa Lucas es a la vez panadería, casa rural y restaurante. No puedo decir que sea bonito, pero me gusta: humilde, rústico y rural, auténtico, siempre me he encontrado muy a gusto aquí, como si estuviera dentro de mi zona de confort. Las ventanas del restaurante dan a la carretera, entre ambos hay una estrecha terracilla.
No sé si aquí hay carta, nunca lo he preguntado la verdad, creo que no, aquí se viene al menú típico. En principio no parece ser barato para un bar/restaurante de carretera, son 20 €, al final vemos si es o no es barato. Tienes para elegir entre 5 primeros, 5 segundos y 5 postres, pan, vino e IVA incluidos. Son todo platos tradicionales de la zona entre los que siempre encuentras, uno de los principales atractivos para mí, algo de caza.
Pedimos un plato diferente de cada uno, y nos quedó un degus la mar de apañao:
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Cocido montañés
Alubias rojas con jabalí
Hamburguesa de Tudanca con cebolla caramelizada
Venado estofado
Tarta de queso
Tarta de limón
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¿Y de verdad que yo esto me lo acababa todo antes? ¡Juer! Yo me sigo considerando un tipo con mucho saque, pero amigo, me vi desbordado ya de entrada, amos, es que ni lo intenté. Te sacan un perolón de cocido, que no se lo salta un gitano, igual que el de alubias, la hamburguesa, XXXL, y el estofado… debía haber allí medio venado.
La cosa comenzó tibia, pues el cocido montañés, muy casero y tal, pero solo correcto, le faltaba punch, y las alubias rojas con jabalí, adolecían de un punto avinagrado que no se integraba muy bien (el jabalí debía estar escabechado imagino, no me convenció). Pero ah amigo cuando llegó la segunda parte, ayayay. La hamburguesa de Tudanca riquísima, me limité a probarla, porque lo di todo con el estofado, al que vamos a dedicarle capítulo aparte.
Venga, vamos con los superlativos: el mejor venado estofado que he probado en mi vida. Y mira que no llamaba nada, pues lo presentaban de cualquier manera, echando allá en el plato tres trozacos de venado, unas patatas intentando que fuera a un lado pero era por encima, y unos pimientos mal dispuestos. Además, los trozacos de venado tenían una pinta poco sugerente, ya que la parte externa estaba seca y costrosa, visualmente como que no. Pero… ¡ah amigo! (nuevamente), eso en boca era un puro espectáculo de sabor y sonido, eran fuegos artificiales. Qué sabor, qué jugosidad, qué potencia, qué voluptuosidad, qué mordida, como se desparramaban por tu boca las jiras de la carne nada más comenzar a masticarla. ¿Las patatas y los pimientos? No puedo darles razones, ni los toqué, yo a lo mío, que bastante tuve… y ¡no me lo acabé! Lo hubiera hecho, pero pensé “a ver si me voy a poner malo”. Desde que lo pensé hasta que paré, cayó otro trozaco, no podía parar. Agosto, día extrañamente caluroso para Cantabria… ¡aquí la palmo como siga, después de los perolones de cocido montañés y de alubias con jabalí! Chico, qué bueno. Luego pensé que a ver si tenía algo que ver la teoría de Gabriel (que a mí me demostró en una mítica cata) de que los sabores, texturas etc. de las carnes depende de cuándo se sacrifican, de la luna del momento, quizás este venado fue cazado en su momento óptimo. No sé. Aquí había magia.
Tras tamaño atracón, yo de los postres no quería oír ni hablar, pero Javi, un crack de camarero, puso mucho empeño en que probara la tarta de limón y… ¡madre mía como estaba! Seguimos con los superlativos: el mejor postre de toda la semana en Cantabria, no te digo más. Y sí, también probé la tarta de queso (¡de perdidos al río!), y también estaba muy rica, pero es que esa de limón…
Para beber pues oiga, lo que entraba en el menú, o media botella de tinto, o una entera de sidra, no me pregunten más, lo sacaron muy fresquito y… pues eso, que tan ricamente.
20 € costaba el menú, y 20 € pagamos, así que no me queda otra que reconsiderar aquello que decía de “no parecía barato”. ¡Tirao, oiga, tirao!
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