Habéis leído bien, la gastronomía y los cláxones tienen un nexo de unión en muchos lugares de nuestra geografía nacional y no menos en muchos pueblos de mi Cantabria natal.
Me voy a explicar. Gastronomía, según la Rae es: 1. Arte de preparar una buena comida. 2. f. Afición al buen comer. 3. f. Conjunto de los platos y usos culinarios propios de un determinado lugar. Y a los cláxones a los que me refiero, son los de esos “proveedores a domicilio”, que en muchas de nuestras aldeas y pueblos, hacen asociar a sus moradores, quien ha llegado y con qué producto.
En España, el término bocina apenas se emplea y, en su lugar, se utiliza el de claxon por la marca comercial registrada de bocinas Klaxon, pero sea uno u otro sonido, por sus características, por la hora y el día de la semana, de forma certera los moradores saben si es el pescadero, el pan, el del vino e incluso al despistado o alborotador el que hace sonar el claxon al que no hay que prestar caso alguno.
Creo que nadie puede negar que en esas cocinas de los lugares a los que llegan estos proveedores, realizan en una “buena cocina” y elaboran platos con sus productos típicos del momento, de la zona y otros básicos no tan cercanos. Y como máximo exponente están esas croquetas, canelones o cocidos, etc., de nuestras abuelas que todos añoramos, y que “sin los cláxones”, casi seguro que no se podrían elaborar.
En muchos lugares de nuestra geografía se han perdido muchos de los servicios, cada día hay menos tiendas, menos bancos y mucha menos gente, a la par de ello, los anclados en estos lugares luchan por su abandono.
Los proveedores del claxon llegan hasta la puerta de todas las casas, ubicadas en los lugares más recónditos.
Ellos llevan desde el pan de cada día, como producto más frecuente, el pescado, la carne, la fruta, la bebida de a diario, los embutidos o quesos, e incluso alguno lleva los productos de los menos sospechados y además, en unas condiciones higiénicas exigidas a día de hoy.
Pero no acaba ahí su función, incluso llegan a proveer a la gente mayor de sus medicinas y en numerosas ocasiones transportan en sus vehículos a clientes que los recogen de camino.
Valgan esta líneas, para reconocer la gastronomía de todos nuestros rincones y realzar el trabajo y labor, que día tras día y semana tras semana, realizan los “proveedores del claxon”.
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“El Pescatero de Santoña”, “El panadero de Frías” (que también traía prensa y correo), “El Heladero”, “El Carnicero”, “El Cuchillero”… y “Motil”, una especie de supermercado embutido en una camioneta.
Qué recuerdos de infancia. Todos ellos pasaban en verano por los pueblecillos del norte de Burgos, dando alegría y vida a los mayores… y tormento a los jóvenes, quienes, resacosos, veíamos interrumpidas nuestras pocas horas de sueño por las estridentes bocinas y las escandalosas megafonías con las que anunciaban su presencia.
Aún quedan, este verano lo comprobé.
Tus post siempre me traen gratos recuerdos, muchas gracias Gabriel.
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