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Imbuído desde hace un par de años en el asunto panarra de cuestiones como las hamburguesas y pizzas hay que enredar en el estado del arte. No os voy a mentir (eso nunca). De lo visto no me suele apetecer nada. Nunca. Nada y nunca. No me parecen más que el habitual ejercicio de pichalarguismo. Un millón de patties/smashed apiladas, diez zillones de (sospechosas) láminas de (¿¿??) cheddar. La más alta, la más calórica, la más cara, la que tiene caviar, la que tiene oro (sic), la que es sepultada en queso derretido, la que… ¡Me-a-bu-rrís! ¡¡ Infinito !! La hamburguesa se ha convertido en el cuñao que metía el coche en la hipoteca de la casa de 500k euros en los años 90 y se creía muy listo. ¡Me-a-bu-rre! Como me-a-bu-rre la gastrocosa que apesta a naftalina y de la que cae caspa a paladas.
… pero esto no significa que la hamburguesa, en sí misma, deba ser algo malo. ¿Y si fuera posible que no lo fuera? Con ese contexto, ¿habría de ser peor que unas carrilleras (siempre de buey, ejem), unas croquetas (siempre de la abuela, ejem) o una ensaladilla rusa (sic & ejem) todo ello tan de moda desde hace mucho tiempo? Al tonkatsu le reviste un buenismo zen, siendo un filete empanao para la piscina y en pan de molde; pero bien eh, de buen rollo. La pizza es una coca de feria con buen marketing, o un lamahkun de mediterraneoeuropeos que se creen lo que no son (pssh, eh, una pista, no sois – somos – rubicundos de ojitos azules). ¿Ha de ser peor la hamburguesa que algo así? Puede que sí. Pero ¿y si no?
No suelo hacer caso alguno de mi contexto vital habitual respecto a nada que tenga que ver con gastronomía. Ve a tal sitio, ve a tal otro. Todo lo que puedas comer por (<) 20 EUR… No es mi lugar en el mundo a la hora de comer. Como tampoco lo es el del panorama gastro habitual, tan alejado de la realidad en su egolatría. Alejado no sólo de la realidad de los comensales, si no de la realidad de la restauración fuera de los “influesensersss” o las agencias de comunicación. ¿He mencionado ya la naftalina y la caspa? ¿No?
Pues todo esto para contaros que el otro día un compañero, y sin embargo amigo, me hablaba de un lugar cercano. Levanté las orejas cuando me dijo “¡Qué pan tan bueno!” y “la carne sabe a carne”. Ahí sí. Ahí tuvo mi atención en el asunto hamburguesero. Más por el asunto del pan que por la carne, la verdad.
Se trata de un local llamado: Porn Eat. (novoyadecirnada.novoyadecirnada.novoyadecirnada.novoyadecirnada)
Cuentan estas amables gentes que vienen del camino inverso al habitual. Es decir, comenzaron siendo únicamente delivery y el asunto fue bien durante el asunto pandémico, en su fase dura, de modo que dieron el paso a tener un par de locales en Madrid.
Pedido vía web para llevármelo yo mismo a casa (mientras sea posible no daré ni un euro a las empresas que esclavizan a otras personas para satisfacer el ego turbocapitalista de una informe masa poblacional vergonzantemente aburguesada). Llego a la hora indicada, están preparando mi pedido. El personal muy amable, sonriente y jovenjovenjovenjoven… Maemía qué jovenes soooooon… ¡Maemía qué viejo soooooooooooy!
Mientras esperaba mi pedido llegó una persona con un zagal adolescente para hacer un pedido bastante prolijo para esa noche. Lo hacían así, porque habían estado cenando el día antes y comentaban que no les habían podido reservar para el día siguiente, porque ya tenían completas las reservas; y el local es amplio.
Llega mi pedido. Dentro de la bolsa (grapada) hay una cajita con la mandanga. Impecable todo. Unas patatas gajo que bueno, suficientes. Obviamente no voy a juzgarlas en determinadas características que por el transporte no se ven beneficiadas. Pero se quedan en suficiente.
Al lío: La hamburguesa. Vaca madurada 30 días (lo de la maduración en Madrid… es que ya no sé ni qué decir), queso y bacon; que estaba ahí de paso y mejor, porque no me apetece en estos bretes. De lo más sencillo. Para medir el asunto siempre, a lo sencillo. Pues oye, bien. El pan es un brioche (ooootra cosa que en Madrid no sé ni qué deciros) muy bien resuelto; de los que vuelven. Sin atisbo de dulzor (¡¡ bien !!) y que siendo realmente blandito sostiene la hamburguesa sin problema y el tamaño es proporcionado. La carne sin querer ser protagonista, y hay que destacar que su punto era impecable (te dan a elegir el punto), el queso pasa inadvertido. Echo de menos algún contrapunto. El todo por encima de las partes; y me parece muy bien que así sea. Una hamburguesa agradable y solvente.
Nota: El pan lo hace Panod.
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