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Tuve la suerte de visitar la bodega y conocer a Chelo y Julio, puro corazón y pasión por sus animales que se transmiten en sus creaciones. Su lechería es una mezcla perfecta de tecnología y tradición, un control exhaustivo de cada una de sus vacas, monitorizadas con tecnología punta, pero sin perder el valor de las tradiciones y las elaboraciones de antaño. No en vano conviven en la ganadería tres generaciones, perpetuando el amor por la ganadería, el respeto por la naturaleza y la pasión por Galicia.
Agarimo significa cariño en gallego, el mismo con el que nuestras abuelas trabajaban y moldeaban el queso en tiempos difíciles. Con él rendimos homenaje a todas ellas. Esto nos cuentan desde la ganadería Quintián y, claro, con estos preceptos, ¿cómo va a salir algo mal?
El resultado es un queso de pasta blanda con una excelente acidez, un punto cremoso, ligeramente grumoso y un sabor de pura leche con unas notas de champiñones. Es un queso que gana mucho atemperado, como todos, pero en este caso padece mucho la baja temperatura, quedando más parco en su expresión.
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