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Visité Abastos 2.0 de la mano de la peña gastronómica Los Restauranteros en otoño de 2018 y quedé enormemente satisfecho en todos los aspectos de aquella experiencia: comida, ambiente, servicio, RCP… Es por ello que, nada más programamos nuestro periplo por tierras gallegas y decidimos pernoctar en Santiago, hice la reserva sin pensarlo dos veces. A diferencia de aquella visita en la que cenamos en el salón que se ubica en el bajo que hay justo frente del mercado, al otro lado de la calle, indiqué que queríamos la zona de la barra (se puede pedir barra, terraza o salón). La barra es una mesa alta corrida en la que se van sentando los comensales en orden de llegada, pero se sitúa muy cerca de la cocina (y más aún en el extremo que nos correspondió a nosotros) con lo que puedes disfrutar de todo el trajín de comandas, el ir y venir de los camareros y alguna que otra preparación y/o emplatado. Lo aconsejo.
La carta de Abastos 2.0 es un homenaje al producto gallego que es tratado mínimamente y que se acompaña con los ingredientes precisos evitando elaboraciones complejas y platos de enunciados interminables. Optamos por dejar hacer a la persona que nos recibió y nos tomó la comanda y esto fue lo que nos sacaron:
Percebes: tamaño pequeño, pero muy bien de precio. Excelente cocción.
Navajas: Calibre grande y perfectamente preparadas. Un vicio.
Ensaladilla de bonito: una ensaladilla clásica con daditos de bonito crudo en su cúspide. Ración un tanto escasa.
Jurel (?) con crema de boniato y manzana ácida: Se prepara curándolo levemente en sal. Excelente
Caballa con vinagreta cítrica y rábano: Otro pescado en curación sublimemente preparado.
Almejas a la marinera: Excelentes en cuanto a tamaño y elaboración. Combinación perfecta con el buen pan que nos sacaron.
Empanada 2.0: Versión muy diferente a la tradicional empanada gallega. Las placas de masa se sustituyen por un crujiente de arroz y el relleno es, en esencia, una fritura de merluza. Prescindible.
Pulpo a la brasa: Muy rico aunque, en la punta de las extremidades, quedó un pelín seco.
Postre de la casa (manzana macerada y canutillos dulces) y queso.
Al igual que hicimos con la carta de comidas, no escogimos nosotros el vino. Nos dejamos llevar por el equipo del restaurante. Nos sacaron un ribeiro que embotellan especialmente para ellos y que acompañó acertadamente toda la cena. Acabamos con unas copas de vino dulce, Cazapitas 12, que estaba riquísimo, pero que dejan una notable huella en la cuenta final. El servicio fue impecable y el personal siempre se muestra jovial por naturaleza (sin impostura) y muy resolutivo y profesional.
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Qué recuerdos!
Inolvidables aquellos mejillones, tanto por su factura y sabor, como por aquella graciosa banda azul que cruzaba el plato emulando la divisa de la ciudad…
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Qué memoria tienes, jodío!
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Mira, no me odas que no te acuerdas:
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De los mejillones sí. De la banda azul no. Pero, cuando he visto la imatge, enseguida he recordado, jaja
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