Ubicación: C/ de la Salle, 4
Zaragoza (Zaragoza)
España
Código Postal: 50006
Teléfono: 976569771
Horario: Abre todos los días de la semana, tanto comidas como cenas.
Menciones:
Tipo de cocina: Aragonesa y Asador
Te puede interesar: Con reservado, Con terraza, y Para grupos
Web: https://casagotor.com/
Precio estimado: 50,00€
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Andábamos por Zaragoza una mañana de este Semana Santa errabundos y meditabundos hasta que se nos encendió la chispa de la apetencia y nos pusimos a buscar improvisadamente dónde comer unas miguicas y tal por la Plaza de San Francisco. Todos los clásicos de esa zona, que hay muchos, estaban llenos. Oño con la crisis. Hasta que recordé vagamente que había uno ahí al fondo en una esquina, que siempre me pasa desapercibido. Me acerqué, ¡anda, Casa Gotor, ni de coña me hubiera acordado del nombre! Y había sitio, de hecho había mucho sitio. Paaaaaaa dentro.
Un lugar muy clásico, con una agradable falsa terraza a la entrada, una gran barra a cuya izquierda y en paralelo se disponen en batería unas cuantas mesas, y al fondo, sin solución de continuidad, una sala cuadrada, que fue donde nos aposentamos. Mas allá tienen reservados y salones para BBCs.
Clásico, como decía, rústico, pero bien vestido y puesto, al uso de los tradicionales asadores urbanos. Destaca la iluminación natural sobre la oscuridad de los tonos de paredes, techos, suelos, mobiliario… que conforma unos claroscuros divinosdelamuerte. Se está ahí francamente a gusto.
La carta es la que puedes esperar en un asador aragonés, con las referencias lógicas y deseadas. De entre ellas, pedimos unas cuantas para compartir entre tres:
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• Pimientos con Ventresca
• Caracoles a la Brasa con Alioli
• Longaniza a la Brasa
• Migas del “Pastor”
• 1/2 Conejo a la Parrilla con Alioli
• Costillas de Ternasco
• Natillas quemadas
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Bien, comimos bien, no para tirar cohetes, pero bien, y nos quitamos el antojo, los antojos, porque también andaba yo detrás de una buena longaniza.
Las migas, que es a lo que íbamos en un principio, estaban correctas, quizás pelín secas, aunque con las láminas de uva negra que las recubrían, y los trocicos de longaniza con las que estaban salteaban, resultaba buen bocado; el conejo y las costillas de ternasco, salieron a mi gusto también con un punto de más de brasa, pero los disfruté mucho, sobre todo el conejo; los pimientos con ventresca, de calidad; y las “natillas quemadas”, caseras, me hizo mucha gracia cuando el camarero llamó así a la crema catalana.
Capítulo aparte merecen los caracoles a la brasa con alioli, pues estaban soberbios, hace tiempo que no los comía y los gocé como un gorrín, además excelentemente presentados (ver foto de abajo). Nos comentaron que fueron los primeros en hacerlos así en Zaragoza, en la legendaria Taberna del Tío Jorge de C/ Fco. Vitoria (propietaria de Casa Gotor) hace ya unas cuantas décadas.
Hablando de presentaciones, el resto fueron mucho más sencillas, pero me gustó la limpieza y “luz” de las mismas.
La carta de vinos, corta y sosota en cuanto a blancos se refiere, nada que ver con la de tintos, bien nutrida, con un apartado por cada una de las cuatro DOPs aragonesas, además de las consabidas de Rioja y Ribera del Duero. Estaba yo de buen humor y me pidió el cuerpo una botellita de esa garnacha que me ha acompañado tantos años, Fagus, diosss qué bien me sentó. Del 2019, ¿podía haber esperado más? Sí, claro, pero, no sé, dudo que mejorara.
El servicio se componía de un solo señor ya bastante entrado en años, enjuto, con anacrónica mascarilla. Un tipo muy profesional, con el oficio metabolizado hasta el tuétano, que se manejó con gracia y pasmosa facilidad toda la sala y la terraza sin ayuda alguna y sin sensación de prisa ni agobio. Sin embargo, al final, a mi mejorable juicio, emborronó toda su labor, pues segundos (no creo que llegara a un minuto) después de pedirle las “natillas quemadas”, le llamé para decirle que si no le importaba no las sacara, y me dijo que iba a ver si ya estaban marchadas, regresando con ellas en la mano para servírnosla diciendo que “ya estaba marchadas”. No sé, no me gustó nada el detalle, me cayó fatal, y así se lo hice saber tras comérnoslas y pagar. Se quedó el hombre muy contrariado explicándome que es que las cristalizaban al momento con un soplete, que si no qué iban a hacer con ellas… No me convenció, pues no salieron templadas, la capa de arriba estaba helada. Y aún que así hubiera sido, le dije, no le costaba nada haberlas retirado. Son cosas que me enervan. Hombre si sólo has pedido eso… pues bien, pero tras la retahíla de platos que habíamos pedido… qué poco les costaba habernos complacido. Como digo, se quedó afectado, y aún salió al final a la calle cuando nos íbamos, para decirme (o echarme en cara, no lo sé), educadamente, que me había invitado a una copa de vino que había pedido al final para terminar el ternasco. Se lo agradecí, claro, pero… qué mal me sabe, con lo bien que nos había servido el hombre. En fin.
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Vaya, sí, son de esas cosas que cuestan tan poco de arreglar que aún te sabe peor que nos haga el esfuerzo.
Las fotos hacen honor la descripción, un clásico en todos los sentidos.
PD: Qué gracia me hace eso de “alioli” XD
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Jeje, lo sé, lo sé, y como siempre me lo dices, esta vez consulté el diccionario antes de escribirlo. Y…
alioli. ‘Salsa hecha a base de aceite y ajo’:
Es adaptación gráfica de allioli, nombre catalán de esta salsa (de all i oli ‘ajo y aceite’). Debe escribirse en una sola palabra, sin guion intermedio.
?
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Lo sé, lo sé, pero eso aún lo entiendo menos. ¿No existe la “ll” en castellano? ¿Acaso se pronuncia en castellano “castilo”, “alí” o “castelano”?
No lo entiendo. Pero aceptado lo tengo por hastío de leerlo y escucharlo.
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Jajaja, bueno, supongo que son temas de adaptación y evolución de los idiomas, cada uno va por su camino…
No es nada extraño, hay mil palabras que en castellano son con “l” y en valenciano con “ll”… empezando por lengua (jajajaja, bien traída, eh): llengua, llimona, llum, llapis, col·lecció, til·la… y así la intemerata, qué te voy a contar.
Lo mismo que en castellano antiguo. Sin ser yo ningún experto, me da la impresión que el castellano lleva esa ruta evolutiva de perder la “ll” a cambio de la “l”. Y no te digo nada si es al final de la palabra (como era “all”… antes de unirlo con “i” y “oli”)
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