Ubicación: Av. de les Corts Valencianes, 47
Valencia (Valencia/València)
España
Código Postal: 46015
Teléfono: 960619285
Horario: Abre todos los días de la semana
Menciones:
Tipo de cocina: Actualizada, Arroces, y De mercado
Te puede interesar: Con reservado
Web: https://elgordodecortes.es/
Precio estimado: 70,00€
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Y… de la mano de los exitosos hermanos Martínez, llega su última creación, de nombre… El Gordo de Cortes.
Los citados hermanos, los empresarios hosteleros valencianos Salva y Pablo Martínez, comenzaron con El Gordo y El Flaco (aunque también es cierto que podíamos remontarnos a La Bona Cuina de su padre, donde ambos trabajaban), siguieron con Delgadito Gastrobar, luego vino Taberna Gordinflón, La Mar de Flaca… Y después ya el boom, con ese producto incubado en la Lanzadera de Juan Roig, con el lanzamiento, valga la redundancia, de los numerosos locales híbridos y simbióticos LaMburguesa y Paffuto. Y, después del boom, hace bien poquito, este El Gordo de Cortes que nos ocupa.
Ubicado en el mismísimo final de Cortes Valencianas, en los bajos de un imponente edificio de reciente construcción en el que lo que más destaca, además de su altura, es su iluminación exterior vertical laminada rollo rascacielos neoyorkino, y que junto a otro también imponente edificio al lado opuesto de la avenida, dibujan el relieve majestuoso de la entrada a Valencia por la pista de Ademuz, como una puerta figurada que da la bienvenida al viajante a la par que imagen de gran ciudad.
Como digo está en los bajos, pero muy bajos, es como un semisótano en “L”, con ventanas a la calle. Muy guapo el local, elegante, moderno y cómodo, con un reservado top.
La carta es muy rollo El Gordo y El Flaco, combinando tradición y referencias internacionales contemporáneas, y yo creo que algo más reducida y también algo más refinada, con menos cuchara, menos brasa, pero casi el mismo número de arroces que además pueden ser fideuá en todos los casos.
Como en el restaurante matriz, dispone también de una larga propuesta de sugerencias del día.
Tomamos, para compartir entre dos
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• Croqueta de galera y nécora
• Txangurro a donostiarra
• Nuestra versión de ceviche peruano de pescado de roca
• Kagoshima A5 con parmentier de chirivía
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A lo que, por cortesía de la casa, se añadió de inicio una crema de calabaza y marisco que estaba de morirse, picantita y sápida a rabiar, ay que oderse, quizás fue lo mejor de la noche.
Cenamos bien, salimos satisfechos. La croqueta, en la que la minusvalorada galera se merendaba a la nécora, rica, rica; el txangurro, muy natural, quizás le sobraba algo de costra en el “panificado” gratinado; el ceviche, estupendo, pero que yo sepa, la corvina no es un pescado de roca.
Y acabamos con el Kagoshima A5, que es un tipo de wagyu japonés diferente al Kobe. Del mismo modo que digo que la galera está minusvalorada, afirmo con convicción que el wagyu está sobrevalorado. Ya lo he probado las suficientes veces, ya sea Kobe, Kagoshima o pepeleches, como para decidir que no le doy más oportunidades, te cuesta una pasta que luego no se traduce en satisfacción papilar. La textura, bien es cierto, es inigualable, más parecida a una ventresca que a una carne al uso, pero chico el sabor… sí, la grasilla infiltrada maravillosamente, acariciante y tal, pero como que no me acaba de cautivar la llegada en boca, se me queda corta, quizás sea una garrulada lo que voy a decir y no esté hecha la miel para la boca del asno, pero una buena, por ejemplo, rubia gallega, le supera en sabor y por una décima parte de precio. 36€, 100 gr macho, es la última oportunidad que le doy yo al wagyu de las narices. Oye, pero eso sí, no me arrepiento de haberlo pedido (era lomo en tataki) porque me dio la oportunidad de probar una de las mejores guarniciones para carne que he probado nunca, una especie de salsa vinagreta grumosa hecha, según le “arrancamos” al cocinero, vía una camarera majísima, a base de piparra y pistacho, no pudimos sonsacarle más, se excusaron con que era obra del chef principal y éste esa noche no estaba… ¡arggggg! Llevaba una segunda guarnición, un parmentier de chirivía también estaba delicioso, pero, así es la vida, quedó eclipsado por esa vinagreta frenopática.
La carta de vinos es top, al igual que las copas, Spiegelau de alta gama. Nos tomamos un champancito de los menos gravosos, un Gaston Declos Brut que, bueno, no es para tirar cohetes, pero oye, es un champagne y se nota.
Muy bien el servicio, patrio en su mayoría (no lo digo con ánimo de nada, líbreme Dios, es porque ya es casi anecdótico ver españoles en estas lides), con efectivos clásicos por un lado y jóvenes por otro, con su hostess, su maitre (un agradable boliviano muy profesional), sus camareros sectorizados…
Volveremos, nos pilla cerca de casa, cómodo de llegar, nos gustó el sitio, nos caen bien los hermanos Martínez y… queremos saber qué más llevaba esa vinagreta.
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Pues estoy en la misma linea que tú con el tema del wagyu, me parece que es pagar demasiado para lo que al final recibes de placer.
Saludos
Dani
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Me alegro, Dani, me reconforta ver que no soy un gañán (o que no sólo lo soy yo 😉)
El wagyu lo he probado varias veces, no sé, a lo largo de los años pues como una docena, con lo cual creo que hablo, al menos, con perspectiva.
La primera vez fue en el restaurante La Bona Cuina de Bétera, precisamente del padre de los de El Gordo y El Flaco (y de este El Gordo de Cortes que nos ocupa, claro) hará 15 años, ahí era kobe – kobe, y me gustó mucho, no sé si por la novedad, o porque Salva padre era dios en carnes a la brasa… no sé. El resto de veces, bien, pero lo que hablamos, siempre con la sensación de que “no es pa tanto”, excepto un día en Honoo, al kamado, que sí que me dijo algo, (la grasilla infiltrada se había como caramelizado) pero nunca, ni si quiera esas dos veces que cito, la experiencia ha sido tan satisfactoria como para justificar su precio.
Por otra parte, este verano tengo que reconocer que me comí un chuletón en Zaragoza, en Sal Gorda Taberna, que era cruce de vaca gallega y de wagyu español, y estaba de morirse, pero si no me dicen que era cruce wagyu, hubiera pensado que era 100% “normal”.
Esta foto es de abajo es esta última ocasión en El Gordo de Cortes, y la verdad es que la ves y te pones a salivar, no puede parecer más apetitosa, pero, lo dicho, textura rollo ventresca, top, sabor pues…
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Puessss, te digo que hace 15 años dudo que fuera kobe-kobe, vamos, kobe de Kobe, porque no salía un gramo de kobe del país, pero bueno, concederemos a Salva el beneficio de la duda. De hecho, dice que sigue sin salir un gramo de kobe de Kobe, pero bueno.
Y en Honoo tuve mi peor experiencia con el kobe por mal uso del kamado que, desde que tengo el mío, he aprendido a evitar. Como es un problema técnico, pues supongo que dependerá del que manejaba el kamado en ese momento, pero estuvo a punto de no comprar el kamado por esa mala experiencia, un sabor ahumado requemado que repetía incluso 24h después. Y esto nos ocurrió a 6 comensales, todos con el mismo problema al día siguiente.
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La verdad que no idea de si nos dieron kobe o no, pero recuerdo nítidamente la explicación que nos dio Salva en mesa, explicando lo que era wagyu y lo que era kobe, y que nos dijo lo que nos daba era wagyu de Kobe.
Ostrás, lo de Honoo, ya ves, qué diferencia de sensaciones
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