Para ofrecer las mejores experiencias, utilizamos tecnologías como las cookies para almacenar y/o acceder a la información del dispositivo. El consentimiento de estas tecnologías nos permitirá procesar datos como el comportamiento de navegación o las identificaciones únicas en este sitio. No consentir o retirar el consentimiento, puede afectar negativamente a ciertas características y funciones.
El almacenamiento o acceso técnico es estrictamente necesario para el propósito legítimo de permitir el uso de un servicio específico explícitamente solicitado por el abonado o usuario, o con el único propósito de llevar a cabo la transmisión de una comunicación a través de una red de comunicaciones electrónicas.
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para la finalidad legítima de almacenar preferencias no solicitadas por el abonado o usuario.
El almacenamiento o acceso técnico que es utilizado exclusivamente con fines estadísticos.
El almacenamiento o acceso técnico que se utiliza exclusivamente con fines estadísticos anónimos. Sin un requerimiento, el cumplimiento voluntario por parte de tu proveedor de servicios de Internet, o los registros adicionales de un tercero, la información almacenada o recuperada sólo para este propósito no se puede utilizar para identificarte.
El almacenamiento o acceso técnico es necesario para crear perfiles de usuario para enviar publicidad, o para rastrear al usuario en una web o en varias web con fines de marketing similares.
No exagero si digo que fui al Tronki porque me lo recomendaron dos de las fuentes más fidedignas de Cantabria gastronómicamente hablando. “En Cantabria sí, pero en Santander no hay costumbre de asar los pescados en restaurantes, no hay asadores… cógete la balsa y vete al Tronky, lo hace muy bien” me dijeron.
Y yo que soy muy bien mandao, para para allá que fui. La experiencia es muy chula, porque está en Pedreña, al otro lado de la bahía. Pillas un barquito encantador (“la balsa”) desde Pereda, y te deja justo en el Tronky. En 20 minutitos, qué gozada además de travesía, qué vistas, qué maravilloso es el Cantábrico y qué bonita la bahía de Santander.
Tiene dos turnos, a las 13’30 y a las 15’00h, optamos por el primero, con miedo de que se nos quedara corto el intervalo, pero por fortuna no fue así.
Se trata de un asador humilde, un edificio de una planta sin encanto aparente alguno, pero limpio, luminoso y cuidado. Tiene como tres zonas: interior, un especie de “pre-terraza” y terraza cubierta. Nos ubicaron en esa pre-terraza, con ventanas a la terraza, y estuvimos tan ricamente. Dominan los tonos blancos y azules marineros, alternan sillas de madera con bancos corridos, buena separación entre mesas, algo a lo que ahora le doy más importancia que nunca por motivos obvios.
La carta, pues eso, mariscos y pescados de la zona, pero también alguna carne. Nosotros íbamos a lo que íbamos así que pescado a saco, más aún cuando leímos esta discreta leyenda en la carta-folleto, que por cierto te regalan, es de un solo uso: “Todos los pescados los hacemos a la brasa, tenemos diferentes tamaños y variedades fuera de carta. No trabajamos piscifactoría”. Toda una declaración de intenciones.
Y así quedo la cosa:
———-
Ensalada / Rabas / Navajas morgueras / Sardinas / Jargo / Besugo / Tarta de hojaldre, nata y crema
———-
Vamos a analizar la comida en dos tiempos:
La primera parte, aprobado ramplón: la ensalada, buena lechuga, mal tomate (no hay manera, oye); las rabas, correctas; las navajas morgueras, frescas pero con cierto sabor a fango.
La segunda parte, la importante realmente, sobresaliente. Comenzó a lo grande con unas sardinas top, ¡qué voluptuosidad, qué manera de gosssar! y continuó con un interesantísimo duelo de pescados, primero el jargo, sabroso a rabiar, salvaje de sabor, y luego el besugo, fino fino filipino, elegante, acariciante, sabroso también, cómo no, pero no tanto como ese jargo, que para mí ganó el duelo claramente pese a la superior finura del besugo. Y finalizó con una tarta de hojaldre fabulosa, de todos es conocido lo bien que trabajan el hojaldre en Cantabria, en Santander en particular comía yo hace años tartas de hojaldre y nata muy buenas, ésta estaba a la altura, con una capa de crema. Nos dijeron que la traían de una reputada pastelería de Suesa.
Carta de vinos, pues justita, algo encuentras, nosotros cubrimos el expediente con un cigales, Ovidio García Pasión Rosado 2019.
Servicio expeditivo, eficaz, sin contemplaciones, correctos, no derrochaban simpatía.
RCP, buena.
Pues eso, que pasas un día la mar de bien, muy recomendable la experiencia, barquito, paseíto, pescadito, otro paseíto, y vuelta al barquito. Eso sí, no vayáis con mucho tiempo, pues o lo venden mal o no hay mucho que hacer. Os cuento, como llegamos con una horita de antelación para dar un paseíto y tal, preguntamos en la Oficina de Turismo de Pedreña (el barco te deja ahí, es donde compras los billetes) que qué había que ver por ahí, y la respuesta fue sorprendente y tajante: “Nada, aquí se viene solo a comer”… ¿Cómorrr? ¿Para eso una Oficina de Turismo? Y además es mentira, hay una playita con un precioso caminito de madera sobre dunas salpicado de campanas azules.
You need to login in order to like this post: click here