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Preguntando a fuentes locales por algún buen restaurante en Alcañiz que se saliera un poco de la línea tradicional marcada por el Meseguer, me contestaron que como restaurante Empeltre y, como gastrobar, La Chesita.
Empeltre ya me cayó bien antes de comenzar, pues su nombre es toda una declaración de intenciones, ya que lo toma de mi aceite de oliva favorito, el de la variedad empeltre, endémica del Bajo Aragón, que si bien no tiene la potencia y exuberancia de otras variedades, derrocha suavidad, elegancia y finura. Eso, claro, además de factores emocionales como ser el aceite de mi pueblo materno, Alcorisa, donde es o empeltre u “otras”, empeltre ahí es sinónimo de calidad, y las demás variedades casi no tienen ni nombre. Incluso a los olivos que producen esta variedad se les llama “empeltres”, y al resto, olivos sin más.
El restaurante tiene una terraza apañada, que es donde estaba cenando todo el mundo… menos nosotros, que preferimos ir dentro. Se trata de una sala alargada, con las mesas dispuestas una tras otra perpendiculares a una barra que parece en desuso. El restaurante está “bien puesto” y dotado, aunque la decoración resulte anodina y la iluminación algo desangelada. Seguramente gane de día, pues tiene grandes ventanales que deben aportar una luz de lo más agradable.
Nos recibieron con muchas prisas, literalmente nos estaban cantando los platos fuera de carta cuando los alegres huerfanitos todavía no habíamos acabado de sentarnos. Les pedimos que un poquito de por favor, que slow food y tal, y a partir de ahí todo fue rodado, buen servicio el prestado por Vane.
La carta, aparte de los postres, se compone de 21 platos corridos, sin clasificaciones, nos costó elegir porque había muchos atractivos. Así quedó la cosa, todo al centro:
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• Alcachofas rellenas de brandada de bacalao con gratén de azafrán
• Ensalada de tomate rosa de Híjar, cebolla encurtida, sardina ahumada y helado de albahaca
• Huevo cocinado a baja temperatura con gratén de boletus
• Pulpo a la carmela con txistorra y mojo canario
• Manitas deshuesadas marcadas en plancha con cremoso de boniato y foie fresco
• Lomo de ciervo marcado en plancha con cremoso de patata y caramelo de Pedro Ximénez
• Torrija de brioche caramelizada con helado
• Café irlandés (reducción de whisky, café, helado de nata y nata montada)
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Bueno, pues tan ricamente oye, la verdad es que cenamos francamente bien. Una cocina técnica, actualizada, con constantes guiños a productos de la zona. Todo estaba rico, lo que más nos gustó fueron las Manitas deshuesadas marcadas en plancha con cremoso de boniato y foie fresco, un plato contundente, saciante y sabrosón, con una confluencia de texturas acariciantes (quizás le faltaba algún crunch, bueno, sin quizás), y el Lomo de ciervo marcado en plancha con cremoso de patata y caramelo de Pedro Ximénez, brutal, qué platazo, cómo me gusta la caza cuando está bien trabajada como fue el caso, yo creo que la pieza de ciervo estaba previamente macerada, resultando un manjar que se podía comer sin dientes.
La carta de vinos era cortita pero bien seleccionada, con protagonismo de vinos de Aragón, y en ellos nos centramos, comenzamos con un buen blanquito, fresco y cremoso, Xado Mas de Torubio Garnacha blanca 2021 (Cretas, Teruel) y culminamos con el ya clásico Ventus Venta D’Aubert 2020 (Cretas, Teruel), ligero, muy frutal, con interesantes aportes de la crianza en barricas usadas de roble. El servicio del mismo, correcto sin más.
Pues eso, me lo recomendaron cuando pregunté, y lo recomendaré si me preguntan.
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Cenamos francamente bien.
Subscribo tus comentarios hermanito.
(Hermanazo, que me llevas un año)
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Jejeeje, sí, cenamos “de lujo”. A los que estáis muy mayores se os hizo bola y casi no podéis con el ciervo, y luego os quejáis de la tripita, pero qué rico estaba todo.
?
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