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Qué lugar tan curioso. Tan peculiar. Tan… ¡ chulo !
Las cosas como son. Es raro llegar aquí por casualidad. Sabes a lo que vas. Y aun así… qué curioso resulta.
Apenas a 60 kilómetros de Teruel. A tiro de Piedra de Cuenca. A un silbido de Fuentes (¿concebollistas por aquí?). A casi la misma distancia de Valencia que de Madrid. Bosques que llenan la vista de verde profundo. Un estrecho cañón por el que discurre saltarín y feliz el Cabriel. Una chulada de paseo para llegar allí, la verdad.
Y llegas allí. Y te sorprende la sorpresa. Porque, como les decía, lo que sentía era que mi cuerpo estaba allí, pero llevaban la mente a otro lugar. Quizá más cerca de Valencia. Gente maja. Encantadores. Insultantemente jóvenes, para quien ya es anodinamente viejo. Gente tan maja que transcribieron el menú, a mano, en una tarjeta. Y algo tan esencial, como que se tomen su tiempo, para hacerlo a mano con preciosa caligrafía… pues eso. Gente requetemaja.
Menú corto y largo. Que cambia según evolucionan las temporadas; según van y vienen los campos, los mares, las borrascas y soleadas. Yo al corto, que no estoy en edad. Y sin alcohol, que hay que conducir. Y bien que me pesa, porque tienen botelleo bien chulo y del que apetecen muchas cosas, y apetece departir con ellos un poco más acerca de esos vinos en esa cocina.
Menú corto, decía. Destellos. El caldo de oreja, que templa el alma aun sin tener frío. La vainilla con el mejillón, con aquella patata. El cochino haciéndose amigo del calamar. La sorpresa de un besugo, que al verlo (mal) pensé que estaba pasadísimo de punto y resultó estar impecable. La torcaz en dos pasos. Una codorniz que había que llamar de usté y agradecerle a la anguila su presencia. Que en el paseo previo vi unas higueras, que aun húmedas inundaban la calle con su feliz aroma… y eso mismo me encontré en su postre de higos y helado de higuera con preciosa textura. La sorpresa de la pera con cebolla y especias.
Un lugar especial. Con todo por delante.
El asunto del menú corto, con una cerve sin, y un café con hielo por pizca menos de 90 EUR.
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Ostrás qué duende trasmites que tiene!
No había ni oído hablar de él.
Oye, y eso de Fuentes y “concebollistas”… creo que lo pillo, pero que lo pillo mal, no es `posible que vayas por donde atisbo…
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Seguro que sí es por ahí por donde voy. Es una broma con las cebollas de Fuentes. Como la piedra con la primera letra en mayúsculas delante de Cuenca. ¡ Las letras son una maravilla para las bromas ! ^___^ ( y las cebollas, ¡ dos ! )
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Oño, pues entonces efectivamente sí la había pillado!
Pese a tu contrastado vasto acervo cultural gastronómico, no imaginaba yo que pilotaras con esa familiaridad el tema de las cebollas de Fuentes, pero me has vuelto a sorprender.
Y lo de Piedra, dudaba yo entre el Monasterio (demasiado lejos) y la Ciudad Encantada…
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