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Casi nueve años después vuelvo acudir a Las Piscinas. La primera vez fui a cenar en solitario una noche de sábado, en mi última etapa de un viaje en bicicleta con alforjas que me llevó desde la puerta de mi casa hasta Noja.
Aquella vez, con las ineludibles pegas de ir solo, disfruté bastante. Solo puse una pequeña peguita, Fonso estaba muy atareado y el vino me lo trajo un camarero. Pedí champagne (había que celebrar la pronta consecución de mi épica hazaña) y me trajo un espumoso de Huet (Vouvray, Loira). Ni tan mal, porque es uno de mis favoritos y es más barato que lo que yo pedí. El chico, muy voluntarioso, pero con un conocimiento limitado de vinos.
Nueve años después, acudo con mi familia, e hilo con la historieta anterior, empezando por aquel chico, igual de amable y voluntarioso, pero con un bien asentado conocimiento. Al no poseer carta o estar esta muy desactualizada, nos ponemos en sus manos. Nos recomendó bien, con un gran champagne con añitos: Le Brun de Neuville 2009, degollado en 2022, esto es, más de una década de crianza. A un precio irrisorio de 45 euros. Y luego nos recomendó un blanco, casi naranja, siciliano de Manfredi y elaborado con grecanico, a 34 euros. Rico.
Vuelve Periquito al torno y sé que soy pesado, me gusta ver una carta, aunque luego me deje guiar por el sumiller, pero necesito algo en qué apoyarme (o un centro de gravedad permanente), para ver variedad, estilos, sensibilidades y sobre todo precios. Aun así, bebimos muy bien y tienen una bodega acristalada, en la que podemos ver de qué palo van.
De comer, cocina sencilla, agradable y bien hecha. Un poco de todo, básicamente para compartir: croquetas (muy ricas), bocartes, puerros confitados, rabas de chipirón, merluza en tempura (que es más bien una gabardina), cochinillo, albóndigas.
Un sitio bien agradable al que me gustaría ir más a menudo, y no esperar otros nueve años. Además me gustaría ir entre semana, porque el bullicio es importante y el servicio se resiente, yendo a toda prisa, los pobres. También me gustaría tener más tiempo para charlar con este chico, al que parece gustarle el vino y con Fonso.
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Qué evidiaaaaaaaaaaaaaa
Y de la mala malisimna
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Podría decir de mí mismo que en otra época fui, y en cierto modo lo sigo siendo, un “coleccionista de restaurantes”. Por ello puedo afirmar sin falsa modestia, pero también sin pretensión de vanagloriarme, que he estado en muchísimos restaurantes a lo largo de mi vida, tanto en España como en el extranjero, de todo tipo, estrellados, medios, sencillos… y del color que quieras. Pues bien, si alguien me preguntara por cinco comidas o cenas con las que me quedaría de las disfrutadas en todos ellos, una de ellas sería, sin duda alguna, aquella tantas veces recordada comida del 21 de agosto de 2015 en el restaurante Las Piscinas de Villacarriedo.
Aquel inolvidable mediodía se alinearon todos los astros: un día precioso, la familia, unos amigos fantásticos, una experiencia gastronómica extraordinaria, un viaje de regreso divino por los puertos pasiegos… Pero no he mencionado todos los astros que se alinearon ese día, falta uno, el astro rey de esa jornada, aquél que en lugar de eclipsar al resto les infundió más luz: Fonso.
Por eso, cuando lo conté, titulé el post “Donde Fonso”, por eso y por muchas cosas más. No voy a repetir ni a redundar lo escrito entonces, pero hoy, 5 años después, me reitero y reafirmo, pues tras 5 años volví al lugar del crimen. Y lo hice de nuevo de la mano de mis queridísimos amigos Gabriel y Estela (en esta ocasión nos faltaban Compos e Inma, qué lástima). Y volví a disfrutar como un loco, de la comida, de los amigos… y de Fonso.
¿Y qué tiene este lugar para que lo tenga en tan alta estima y consideración? ¿Qué tiene ese restaurante, el restaurante de unas piscinas de un pueblo de interior que está a 40 km de Santander para que merezca la pena el desplazamiento? No sabría decirte, pero quizás me aproxime con este pool de conceptos: excelsa cocina cántabra abierta al mundo sin complejos ni limitaciones, producto de primerísimo nivel preferente pero no necesariamente cántabro, honestidad, buen gusto, criterio, sorprendente bodega… y Fonso, que con su listeza y su empatía, absorbe de los clientes lo mejor de ellos y lo proyecta en sus creaciones y en su trato para ofrecérselo a los siguientes.
Contaré algo muy significativo: durante estos 5 años, ya sea porque lo he recomendado directamente, ya sea porque leyeron ese celebrado artículo (lo más leído de todo lo que he escrito, pero como 10 veces más que el siguiente) no creo exagerar si digo que han ido a Las Piscinas de Villacarriedo decenas y decenas de amigos/conocidos. Pues bien, la inmensa mayoría de ellos me lo han agradecido efusiva y repetidamente.
En esta ocasión comimos lo siguiente:
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Ensalada de tomate de Cantabria / Bonito en escabeche de vermut / Riñones de lechal a la brasa / Judiones de La Granja con setas / Merluza en tempura / Callos de waygu / Tarta de queso
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No voy a entrar en detalle, porque (excepto el tomate que, aun estando bueno, esperaba bastante más) todo estaba de 10. Ni de 8 ni de 9, de 10: ese escabeche de vermut era inigualable; esos riñones (que “saben a chuletillas exponenciadas” como bien los definió Fonso en su día, de lechal castellano, pues el cántabro está igual de rico pero “negrea” según también nos confesó Fonso) son de otro planeta; los judiones, para comerte un pozal; la merluza, de una calidad bárbara y con una tempura aérea y guardiana de los jugos que ya quisieran muchos lograr; los callos, para llorar, inenarrables; y las tartas de queso, en dos versiones, ni te cuento, todavía mejor la que no llevaba frutos del bosque.
En el apartado de vinos (¡qué bodega tiene y cuánto sabe!) surgió otra de las perlas de Fonso, otra de sus frases para el recuerdo: “Cuando estoy catando vinos con alguna bodega, cada vez que pruebo uno que me gusta, estoy pensando mientras lo cato en que ya sé a qué cliente se lo voy a ofrecer, y luego me muero de ganas de que venga ese cliente a Las Piscinas para sacárselo”. ¿Hay alguna mejor muestra de empatía que ésta?
Bebimos… qué bien bebimos:
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Dorado Superior Alvarinho Branco 2009 (albariño DOC Sub-Regiao de Moncao) / Antonio do Nicho 2018 (mencía y garnacha de Lugo)
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Como resumen y conclusión, si partimos de la idea originaria de la Guia Michelin según la cual le daba una estrella a aquel restaurante en el cual merecía la pena parar si estaba en la carretera por la que circulabas, dos estrellas a aquel restaurante que merecía la pena que te desviaras unos kilómetros, y tres estrellas a aquél que merecía la pena un viaje ex profeso, Las Piscinas de Villacarriedo es sin ningún género de dudas un tres estrellas, y más ahora que ha montado una estupenda casa rural, La Alfonsina, donde puedes dormir y aprovechar para conocer la privilegiada zona siguiendo los consejos y propuestas de Fonso, nacido y criado en estos valles.
Como bien dijo mi ya amigo (al menos para mí) Fonso, cuando nos despedíamos, “qué pena esto de las mascarillas y las distancias sociales, nos hubiéramos dado un abrazo de los bien apretados”
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Fonso es un crack, yo me tire, desayuno, comida y cena, la verdad, que hace tiempo, pero el tema vinos es la leche, y se come rico, y el tío es muy majo.
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Se ha hecho una bodega acristalada macanuda, ¿la has visto?
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Joer que pena, era otro de los marcados a fuego para ir, pero las circunstancias me lo impidieron…
Pero ya sabes “déjate algo grande por hacer, para que tengas que volver”.
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Pues ese para la próxima, el primero Luis, hassssssssssme caso, hasme. Ni Cenador, ni Annua ni ná: Las Picinas de Villacarriedo
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Leyendo tu post, obviamente habrá que conocerlo
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A ver si hacemos una de Gómez por allá… lo tiene todo para nosotros: casa rural, restaurante, excursiones a pie preciosas, Santander cerca para ir un día de vinos…
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Madre mía, solo viendo las fotos mis glándulas salibares se han puesto a trabajar de lo lindo….¡¡y creo que de Pavlov (mi tocayo ja ja) no han oído hablar!!
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