Ubicación: Calle Afueras, s/n
Boltaña (Huesca)
España
Código Postal: 22349
Teléfono: 974508000
Horario: Abre todos los días de la semana
Menciones:
Tipo de cocina: Actualizada, Aragonesa, y Asador
Te puede interesar: Con encanto, Con parking, y Con vistas
Web: https://hotelmonasteriodeboltana.com/
Precio estimado: 60,00€
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Tuvimos la fortuna de estar unos días alojados en el imponente Hotel Monasterio de Boltaña, que nos sirvió de centro de operaciones para excursiones geográficas y gastronómicas (Tatau en Huesca, Ansils en Anciles, Casa Coronel en Boltaña), y no fue hasta el último día que comimos en el restaurante del propio hotel, llamado Marboré.
El hotel es una auténtica pasada, ocupa íntegramente un monasterio construido a mediados del siglo XVII por la Orden de los Carmelitas Descalzos y que en 1835, a raíz de la célebre Desamortización de Mendizábal, pasó manos privadas. Tras ser entre otras cosas explotación agropecuaria, sanatorio de tuberculosos y albergue, en el año 2005 fue sometido a una restauración espectacular para hacer este lujoso hotel-spa. La de pasta que ahí metida ahí, qué barbaridad de metros, de habitaciones, de estancias, de pasillos, de claustros… ¡si hasta conserva su propia iglesia de 600 m2! Y oiga, todo esto, además, a la misma orilla del río Ara y con unas vistas maravillosas de los Pirineos.
Y el restaurante, pues…. no iba a ser menos. Una sala enoooorme de techos abovedados con un artesonado de madera impresionante, con ventanales ambos laterales.
Al parecer hasta el año pasado la propuesta gastronómica era sencillota y tal, y contrataron a un buen chef de la zona, Rubén Pertusa, para darle un giro más gastro manteniendo platos y recetas regionales.
Tienen un menú muy apañao, pero nos llamó algún plato de carta que no estaba contenido en él, así que tiramos de carta, compartimos y así quedó el asunto:
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• Migas al estilo de los pastores con huevo de corral frito
• Tartar de trucha imperial con aguacate
• Solomillo de vaca a la parrilla, foie y salsa demi-glace
• Tarta de quesos oscenses
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Puessssssssssssssssssss es que… esa carne… lo estropeó todo. Jo. Con lo bien que íbamos.
Porque las miguicas estaban ricas, somos muy migueros nosotros, como buenos aragoneses, y además dado que estamos expatriados, cuando repatriamos, las atacamos sin cuartel; el tartar de trucha, macanudo, trabajan mucho la trucha por estas latitudes, no me extraña, lo que me extraña es que no se vea casi en las grandes capitales, es un productazo de nuestros ríos, estas imperiales del Cinca están que lo flipas; y la tarta de quesos oscenses, bien también.
Peeeero, jo, es que con las ganas que teníamos de comer una buena carne, y habíamos señalado con una “x” este día para ello, dudamos entre el joséchuletón y el solomillo, a la brasa ambos… y la pifiamos. Tenía una pintaca tremenda, pero estaba duro y correoso, ná, no sé qué problema pudo haber, porque el lugar tiene fama de buenas carnes. Sí, con su coñazo de filetaco de foie arriba y su sabrosa demi-glace, sí, pero la carne no valía ná. Nos quedó mal cuerpo oye, con la ilusión que nos hacía disfrutar de una buena carnaca.
Y encima, pensando en ella y en las migas, habíamos optado por un maridaje geográfico con una buena garnacha del Somontano, Secastilla 2018 que, o nos pilló cansados, o contrariados, o nuestros gustos han cambiado, o las tres cosas… pero tampoco nos mató, se nos hizo un poco de bola.
Servicio muy majo, rápido, numeroso y bien capitaneado por una jefa de sala con mucho oficio y nervio.
Conclusión: si no hubiera sido por la carne… pero es que fue, y era el plato principal ☹
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Marboré, el vino: La gran esperanza… tinta. El Julián Gorospe de los tintos del Somontano.
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Sip, jeje, lo bebí mucho yo en mi otra vida, Zaragoza, 25 años atrás. Un cuñado mío era su distribuidor para Zaragoza y se lo comprábamos por cajas, en mi casa siempre había lista para jugar una botellita de Marboré, nos encantaba el vino y su packaging, con su etiqueta plateada. Nos tenía entregaos. Es de los pocos vinos que he comprado yo cajas, somos siempre más de comprar unidades de muchos diferentes. Le perdí la pista y hace un par de años lo volví a probar y no era lo mismo, pero ojo, me siguió gustando.
Sabes de dónde procede el nombre?
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… muy entre nieblas, porque ya tengo una edad y, como apuntas, de todo hace ya 25 años, creo que era el nombre de una montaña de la zona.
Me acordé también de él el otro día, que escribías acerca de un vino a base de parraleta, y era una de las variedades de uva que hacían diferente a este vino.
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Eso es! Un “3.000” de por allá, radicalmente fronterizo.
Si te descuidas, @aitor se lo ha subido en bici 😉
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😂😂😂
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