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Avilés, lugar donde arrancó el GastroCamino 22, supuso todo un shock para los tres gastrocaminantes, un shock doble: la ciudad y el restaurante. La ciudad, no nos esperábamos, ni de cerca, lo bonito que es el centro histórico de Avilés, qué delicia pasear por las calles Rivero y Galiana, en nuestra ignorancia teníamos la idea preconcebida de un Avilés industrial, gris y feo, qué lejos de la realidad; y el restaurante, restaurantazo, Yume…. ahora os cuento.
Cuando el navegador nos iba llevando a pie del centro hacia el restaurante, divisábamos al otro lado de la ría una torre espectacular en forma de hongo, sabíamos que por ahí estaba, ¡pero no arriba del todo, la totalidad del sombrero del hongo está ocupada por el restaurante!
Se trata de la Torre Niemeyer, de 20 metros de altura, como decía en forma de hongo, con un llamativo acceso helicoidal exterior y con el sombrero absolutamente panorámico… qué vistacas.
La sala, panorámica, que necesita poco dada la imponente presencia de las cristaleras, muestra una acertada decoración moderna de líneas sencillas y depuradas. Alterna mesas de madera y de mármol, desnudas ellas, sin manteles, con vajilla y copas de alta gama.
Iratxe Miranda, la amable, experimentada y atenta jefa de sala, nos contaba que ellos centran su proyecto en el concepto 360 grados: torre circular, ida y vuelta a la torre (ya estuvieron hace años y tuvieron que irse por temas políticos), espacios con diversas localizaciones (cocina vista, terraza, arriba, abajo)…
No hay carta, hay un menú degustación, que varía constantemente ya que se precian de utilizar siempre productos frescos y de temporada, y la noche de autos tenía la siguiente composición:
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• Pase 1 Aperitivo
Crujientes de flores del río / Patata revolcona / Borrajo de matachana
• Pase 2 Cocina
“Nuestro agradecimiento personal en un pase por la cocina”
• Pase 3: Agua de Bienvenida
“Un digestivo para prepararnos para los platos principales”
• Pase 4: En nuestra mesa
Calabaza / Pimiento / Zanahoria y trucha / Cebolla (falso queso) / Rodaballo / Paloma torcaz
• Pase 5: Postres
Bergamota, miso y lechuga de mar / Ciruela y sauco
• Pase 6: Petit Four
“Una cortesía para disfrutar con el café”
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Está bien estructurado tanto gastronómica como secuencialmente, consiguen amenizar la velada, te mueven un poquillo, así el aperitivo lo tomas en unos sofás, luego te pasan a cocina donde te presentan al chef y sus ayudantes, para entrar a matar ya en sala.
Lo cierto es que nos impactó el entorno y nos “llegó” la cocina, pues Adri Sanjulián, así se llama el crack del chef, desarrolla una cocina ambiciosa, técnica e imaginativa, derrochando creatividad y sin asomo de complejo alguno. No en vano, acaba de resultar Tercer Premiado como Cocinero Revelación en Madrid Fusión.
Tras los divertidos aperitivos en los sofás, para comer con la mano, Iratxe nos llevó a la cocina, donde nos recibieron Adri y su equipo. La cocina es un sueño para cualquier cocinero, pues además de su amplitud y dotación, goza de las mismas vistas que la sala, con la prolongación de las cristaleras sobre la ría de Avilés. Ahí Adri nos contó y mostró cómo está experimentando con el koji, un hongo muy usado en la cocina japonesa para, por ejemplo, fermentar soja, preparar arroz, miso, sake y otras bebidas como la kombucha. Tras la explicación nos dio a probar un vasito de su koji con puré de patata y huevas de trucha, muy curioso, a alguno nos recordó al arroz con leche.
Ya en sala, afrontamos el resto de los pases, todos de muy buen nivel, destacando la calabaza por su vistosidad y originalidad, fermentada con un miso de sus propias pipas; el pimiento, sabrosísimo y atractivo, en una crema de yema, whisky y acompañado de pan de centeno; y la estrella de la noche, la cebolla, un pase maravilloso de “aprovechamiento”, todo a base de cebolla (me recordó, por ser un monográfico de set vegetal, a un plato de Begoña Rodrigo), con un falso queso de cebolla fermentada con koji, el corazón soasado, su caldo emulsionado, y rematado y redondeado con una crujiente galletita hecha con sus pieles, qué maravilla de pase, qué juego de texturas, qué imaginación y qué precioso emplatado, top, top, top.
Bebimos muy bien también, Iratxe tiene una magnífica selección de vinos de pequeños productores, alguno de ellos por copas, y además a precios razonables.
Si consideramos el servicio en su más amplio sentido, no ciñéndose solo a lo que entendemos por sala (impecable) sino al conjunto de las instalaciones, falta algún detalle por pulir, tienen margen de mejora para redondear la excelente oferta que hoy presenta Yume.
En fin, que como les dije a Adri e Iratxe, creo que el sol lo tienen con la gorra, y la estrella, a poco que afinen, también.
Les seguiremos de cerca, le cogimos cariño a Yume, les deseamos muchos éxitos, los merecen.
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Espléndida reseña, se antoja ir a este sitio !!!
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Además está relativamente cerca de “tu” Bilbao…
😉
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Y de mi “Zangandez” ???
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Bueno, tienes casi 4 horitas, pero… ¡qué es eso para un nieto de zangandurrios y bilbaínos! Jajaja
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Exacto mi estimado Aurelio, y lo mejor la vuelta, después de haber comido y tomado un buen vino en Yume ??????
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