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Como decía en la reseña de la fondue en Auberge de Savièse, Ginebra no me resultó nada simpática.
Tras comer la citada fondue, visitamos el centro histórico, y sí, cómo no, tiene su encanto, pero menos que el de otras ciudades suizas, y no me acababa yo de sentir a gusto. Además estaba un poco hasta el gorro de tanta banderita suiza, a mí el exceso de banderas me satura, sean del color que sean, y los suizos es que no tienen medida, y el casco viejo de Ginebra es que se lleva la palma, bandera, bandera, banderita, bandera, bandera… qué cansino. Huyendo del banderamen, nos sentamos en una vivida terraza bajo la catedral a tomar una cervecita y ver dónde cenábamos. Mirando una guía, hablaba de Carouge como el barrio bohemio de Ginebra, que merecía la pena, pero que estaba algo lejos, a 25 minutos en coche… Oye, ¿y si salimos de esta ciudad tan antipática y probamos en Carouge? Pos vamos, ¡Ubeeeer! (cómo molan estas aplicaciones en el extranjero, qué confort)
Por un lado, a priori no tienes sensación de salir de Ginebra, pues Carouge forma parte de la metrópoli, y por otro resulta que no es un barrio, sino una ciudad independiente, perteneciente al cantón de Ginebra, pero no a la ciudad.
¡Aaaaacierto! Carouge merece la pena una visita, aunque lo bonito, el Vieux Carouge (Viejo Carouge) no es más que un par de plazas y unas cuadrículas de calles. Pero oye, qué tipismo, son todo edificios de dos-tres alturas, muy similares ellos, de corte italiano del siglo XVIII, que provienen de una reconstrucción efectuada por sus gobernantes de entonces, los duques de Saboya, para competir con Ginebra. Tienen un aire ítalo-mediterráneo embriagador, en especial la Place du Marché, por la que anduvimos dando un agradable paseíto, y en la que había un restaurante divino con una terraza divina, llamado Café du Marché, y en el que… ¡había sitio!
Imagen bohemia muy cuidada, ambiente guapo, atmósfera de noche estival, temperatura perfecta… ¡qué bien se estaba en esa terraza!
Carta muy escueta, con unas cuantas referencias de temporada, actualizada cocina internacional de temporada, podíamos decir. Tomamos, al centro:
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• Ensalada de pulpo, como solía hacer “papi Thierry”
• Tartar de dorada, manzana verde y sorbete de limón
• Paletilla de ternera en lonchas finas, salsa tonnato, servida fría con ensalada de verduras crujientes
• Helado de chocolate grand cru
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Todo como muy healthy, fresco y ligero, nos gustó, podríamos decir que le faltaba algo de punch, pero nos gustó.
Vinos, pues algo tenían, no andaban cojos, con buen servicio de los mismos, y además con interesante selección de vinos por copas. Tomamos, siguiendo nuestra sistemática de “vinos km 0”, dos referencias locales, un blanco de aligoté y un tinto de pinot noir:
– Aligoté 2022 de Dupraz & Fils, Domaine des Curiades á Lully, AOC Gèneve
– Pinot Noir 2022 de Bernard Bosseau, Domaine de Sèzenove à Bernex, AOC Genève
Escucha, que a Carouge volvería, y también a este café; a Ginebra, lo que se dice a Ginebra, pues me temo que…
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