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Casa Coronel está en la parte central del casco histórico de Boltaña, capital, compartida con Ainsa, de la Comarca del Sobrarbe, en pleno Pirineo Aragonés. Se encuentra detrás de la iglesia, en bajada, en una plazuela como escondida, y al lado de un bonito mirador. Un lugar muy agradable, con entorno de sólidos y antiguos edificios de piedra. Un cartel grande y muy chulo lo identifica.
Si buscas “dónde comer bien en Boltaña”, aunque sin reseñas muy favorables, salen invariablemente Casa Coronel y el Monasterio de Boltaña. Como estábamos por ahí unos días, visitamos ambos, y nos quedó la pena de no encontrar nunca sitio en un tercero, un asador llamado Zabrin, que no sale en las guías pero que tenía buena pinta.
El interior de Casa Coronel es como acovachado, nos encontramos ante un mesón de piedra de arriba abajo, con mobiliario rústico de madera. “Huele” a mesón, mola.
Echamos un vistazo a la carta, pero prácticamente toda ella está incluida en un menú muy apañao que tienen, el Menú Coronel, por 26,50 €, así que no lo dudamos. Pedimos cosas distintas los dos y nos quedó un degus de los más guapo:
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• Canelones de setas con bechamel trufada
• Migas de la abuela con huevo poché, uvas y gelatina de moscatel
• Trucha del Cinca en dos cocciones con mantequilla de coliflor, espirulina y su caviar
• Estofado de ciervo con chips vegetales
• Yogur de oveja de Fonz con espuma de violetas
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Se trata de una cocina montañesa que superó expectativas, si bien éstas eran bajas, con creces. Tiene toquecillos de creatividad y buen gusto, sin perder su enfoque territorial y tradicional.
Los canelones de setas, citados en todas las reseñas que leímos, están buenos, no tienen nada y lo tienen todo; las migas de la abuela, ricas también, son del perfil de las húmedas, de las jugosas; la trucha del Cinca, amigo, me cautivó, no esperaba yo esa sabrosura y esa carnosidad concupiscente, juer qué bien oye, y qué magníficos ese fondo de salsa de ostra y esa deco con hebras de guindilla; y no te digo nada del estofado de ciervo, al que le sobraban los chips vegetales, le quedaban como a un santo dos pistolas, pero qué guiso más sabroso, pleno de fundamento y de autenticidad; el postre, acertado, un yogur de oveja de la zona con la frivolité de la espuma de violetas, que yo apostaría a que está hecha a partir de caramelos de La Pajarita machacados.
Carta de vinos no muy amplia pero bien maja, con la mayoría de las referencias aragonesas, oscenses en gran parte. Nunca había probado un varietal de la local parraleta, así que pedimos un Berdá Parraleta 2021 de Bodega Valdovinos, D.O. Somontano, que me decepcionó, me resultó algo corto y desleído. Copas pelín bastorras.
Servicio majo y rápido, poco formado.
Bueno, mejor, mucho mejor de lo que esperábamos, yo volvería, salimos francamente satisfechos.
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