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Comenzando el periplo murciano voy de cabeza al meollo. Voy a este lugar, que cuentan que es posiblemente donde se inventó la mitiquérrima marinera; y antigüo, ya rozando el siglo. Que es mucho decir.
Alrededor chorrocientos mil locales entre las calles estrechas y las varias plazuelas. La práctica totalidad es público local. Y eso está bien, pero que muy bien. No son, pues, lugares “escaparate”. No son no-lugares.
Se trata de un local bien amplio. Con su buena terraza, que por supuesto evito. Con su zona de barra en el exterior, que por supuesto evito. Yo pa’dentro. Y así como fuera estaba todo hasta arriba de gente dentro está la cosa más tranquila. Mira qué bien. Además eso me permite ojear el paisanaje, la barra y toíto. Una cosa chula: El paisanaje es absolutamente variado. Toooooodas las edades. Tooooodos los contextos. Lo mismo ves parejas maduras, que lo propio en edad de festejar. Familias. Grupos de amigos, amigas y mezclados. Personas humanas tomándose una cerveza, sin más. Otros merendando, otros de cena temprana, otros de picoteo, otros tomándose unas copas… que no sé si son previas o posteriores… De todo.
Pues nada, lo que os contaba, que tiro pa’dentro. En un santiamén ya me están atendiendo, pido una cerve (Alhambra “verde”), mientras me traen la carta (sic) oteo la barra y los alrededores, a ver de qué va aquí el percal. ¡ Jensanta la barra ! Pero… oye, ¿qué genero tienen aquí? Veo gallos de San Pedro (gallopedro o de lunar que llaman en algunos lugares), gamba roja, gamba blanca y… el bogavante más inmensamente inmenso que jamás he visto 😶😶😶 Era como mi brazo (mano no incluida, como las pilas de los juguetes). Veo, además, algo que hacía décadas que no había visto en una barra: Huevas y letones. Siendo primavera es temporada, pero lo dicho, hacía zillones de años que no las veía.
Pues me traen la carta, que resulta ser razonablemente elegante para lo que uno espera en un bar. Yyyy… espera que me he perdido. Hay entrantes “tipo”, ensaladas basadas en el tomate (esto es Murcia), arroces (mínimo 2 pax como es habitual)… Giro la página y encuentro ¿hamburguesas?… Giro la página y encuentro ¿japonesa?… Giro la página y encuentro pescados y carnes de los que esperas encontrarte en un restaurante, no en una barra. Lo que no encuentro es lo que veo en la barra. Empiezo a no entender el rollo. Busco pizarras. Si no están en la carta pues estarán en la pizarra, pienso yo… Busco pizarras… busco pizarras… Pues no. No hay pizarras que te cuentan nada del muestrario de la barra. Mientras los convecinos de barra, de una generación anterior a la mia, se piden hamburguesas. Las veo llegar y sólo se me ocurre levantarme y disculparme con ellos, aunque ellos están felices con sus pequeñas hamburguesas de vaca madurada.
Amos a darle otra pensada. Amos a respirar hondo porque se me está meneando el suelo bajo los pinreles. Amos a algo que nos haga ganar tiempo: Par de croquetas de jamón (3,5 EUR/unidad) y un caballito (2,9 EUR/ud).
El caballito, para quienes no estén orientados en murcianismo, se trata de lo que en otros lugares se da en llamar gamba con gabardina. En este lugar se trata de langostino.
Sigo dándole vueltas a que no estoy entendiendo el rollo del lugar. Que igual que veo a personitas danzando al son del gin-tonic, veo a matrimonios con su Mar de Frades y una pata de pulpo. En esto llegan croquetas y caballito. En fin, Pilarín, que las croquetas son perfectamente (muy) prescindibles, y el caballito poquito más. Me empiezo a poner muymuymuy mustio; como una lechuga al sol de medio día.
Veo, allá al fondo, a un camarero bien joven haciendo marineras (3,3 EUR/ud) como si se fuera a acabar el mundo. Como todos sabemos, porque lo sabemos, la marinera se monta al momento, pero digo yo que si la pido ahora, así, a un par de metros, pues mal se tiene que dar la cosa. ¡ Marchando par de marineras del lugar en el que se inventó ! Y tardó un poco en llegar. Que no es que me queje de la tardanza, que yo vivo sin prisa, pero es que me sorprende ver ahí a alguien sacando marineras a ritmo frenético y que no salían esas comandas. Bueno, pues llegan las marineras, y bien. No de volarte la cabeza y flipar colorinchis, pero solventes ensaladilla, anchoa y colín.
Seguía yo mirando de reojo las huevas y letones; encaprichado. Y esa, mi atención, parece que contagió a la compañía de la barra, que se dispusieron a pedirla. Sin preguntar el precio. Sin que nadie se lo dijera. Sin pizarras. Sin carta. Ale, con la faja desatá. Y mira que bien, porque iban, como es natural al peso, y al ver que se mercaba a 75 EUR/Kg perdí presencia de ánimo y pedí la cuenta en busca de otros vientos.
En fin, vaya, que así me fueron las cosas y así os las he contado. Este asunto, con un par de cerves, por desconcertantes 23,5 EUR
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