Teléfono: 982510277
Ubicación: Rúa Plácido Peña, 27 27800
Vilalba (Lugo)
España
Horario: Cierra los sábados
Menciones:
Tipo de cocina: Gallega
Web:
Precio medio: 17.00€
Tapa, bebida, producto estrella: Raxo
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¿A que no dices bien Vilalba? Te reto. Mal, mooooc, vuelve a leer, mira, mira a ver cuántas “L” lleva el nombre de esta localidad lucense.
Entramos en este bar-restaurante por casualidad, porque el que no nos habían recomendado en el hotel (para tomar unas cañas y unas tapas) no nos gustó nada, pero nada, nos asomamos y nos dimos la vuelta. Lanzós estaba al lado, y aunque su aspecto tampoco nos emocionó especialmente, no había mucho dónde elegir, así que oye, entramos, tomamos una caña y si no nos gusta, a otro.
Tiene terraza, restaurante al fondo, y una gran barra con mucho espacio, con bastantes mesas, entre ellas una mesa alta pegada al ventanal que “tenía puesto nuestro nombre”, ese es nuestro rollo (o la barra directamente, claro).
Empezamos mal, porque a estas alturas, aunque fueran iniciales, del GastroCamino 2024, estábamos ya los tres enamorados de la caña de Estrella Galicia de Bodega, y aquí, ni era Estrella, ni Galicia, ni de Bodega. Pero… ahí estaba Abel, Abel Orosa Vázquez para hacernos cambiar de opinión, vendernos el grifo que él gasta, y aconsejarnos qué picar.
Qué pedazo de profesional el amigo Abel, cómo se nos metió en el bolsillo, cómo se nos ganó a los tres en un pis pas. Ante su entusiasmo y locuacidad, pese a que esa noche íbamos a cenar “raxo” sí o sí, pedimos “raxo” aquí también, “para comparar” dijo. En un momento en el que iba al servicio, al pasar por la barra le agradecí el consejo (el “raxo” estaba buenísimo), y le pregunté si era camarero únicamente o también propietario. “¿Por qué?”, me contestó el gallego muy a la gallega, a lo que le re-contesté que se le notaba mucha implicación en el negocio, explicándome entonces que efectivamente, era el propietario, “tercera generación”, me dijo orgulloso, “por ahí anda mi madre, la mujer no sabe estarse quieta”. Cuando volvía a la mesa, me paró él y me dijo textualmente “es que con vosotros es muy fácil acertar, porque sois clientes muy formados, así da gusto”. Me hizo mucha gracia lo de “formados” ?
Bueno, pues piropeado el jefe, y piropeados los clientes, dimos buena cuenta de lo que a Abel le vino en gana sacarnos de entre las referencias que trabaja, todo según dice él, comida casera:
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• Raxo
• Ternera asada
• Lacón cocido con patatas
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Qué bueno, pero qué bueno todo. La verdad es que los tres íbamos caninos tras el madrugón y el ejercicio (que contaré en la próxima reseña, la del lugar donde cenamos), unos andando y otro, el “Tigre de Mondañedo”, en bici, y todo nos sabía bien, pero juer cómo gozamos esos tres sencillos manjares.
Explicar, para los lectores que no sean gallegos o no estén familiarizados con esas privilegiadas tierras, que el “raxo” es carne fresca de lomo de cerdo, cortada bien en pequeños trozos, bien en tiras, como fue el caso de Lanzós, adobado a saco con ajo en láminas (y en teoría, ya está, pero luego… se añade al adobo lo que cada maestrillo considere, por ejemplo, pimentón), para posteriormente pasarlo por la sartén acompañado del ajo. Chico, qué cosa más sencilla y más sabrosa, nos empapuzamos los tres de “raxo” (menos mal que “el cuarto hombre”, la baja “sensible y dolorosa” de esta edición, no estaba, no quiero ni pensar lo que hubiera salido por esa boquita a vueltas con su archienemigo el ajo).
Antes de irnos, tuvimos ocasión de charlar distendidamente 10 minutillos con Abel, que se acercó a la mesa a sacarnos un chupito de orujo, brutal, lástima no recordar su nombre, qué aroma y qué sabor, qué finura. “Para un buen orujo, debe partirse de un buen alcohol” nos aseguró Abel. Aunque al día siguiente, un aldeano hortelano con el que nos topamos caminando al que preguntamos nosequé, nos dijo que “con las uvas que se hace buen vino, se hace mal orujo, con las que se hace buen orujo, se hace mal vino”. Ciertamente no llegan a contradecirse ambas afirmaciones, pero me hubiera encantado juntar a los dos gallegos en una sobremesa, jeje.
En esos minutos de charla con Abel que comentaba, nos explicó nuevamente que era tercera generación, y añadió que, tras 30 años trabajando todos y cada uno de los días de la semana, llevaba 3 o 4 que había decido disfrutar un poco de la vida por lo que cierra los sábados todo el día. Olé tus coj…s Abel, te lo mereces todo.
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