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¡ New kid on the block ! Esto es, bar recién llegado al barrio de Ventas; que al fin y al cabo fue mi primer barrio cuando me independicé hace un millón de años. “¿ Un nuevo bar ? ¿ En Madrid ? Meh, ¡ ya ves tú !” estaréis pensando, estimados gaudaros, mientras claváis en mi vuestra glauca mirada. Pues sí, pero no. Porque en este HORECA infinito que es Madrid, carcomido hasta sus cimientos por fondos buitre, de inversión, y grupos empresariales que apisonan la totalidad, homogeneizando el gusto (o su falta), el que aparezca un bar familiar, a estas alturas de partido, pues mira, muy sí.
¿Y por qué me entero yo de estas cosas ? Pues porque soy muy listo. Me lo decía mi abuela. Pero claro, tras ese primer párrafo lo normal es que os estéis haciendo alguna pregunta, de modo que las verdades por delante. El cocinero, Pablo, es familia de una persona que conozco, de modo que sé de él, y su trayectoria, desde hace una pila de años. Formado en Le Cordon Bleu de Madrid, y habiendo pasado por un buen puñado de restaurantes, finalmente abre este local propio; asociado con su familia.
Es un bar. Con la esencia de un bar. No hay que darle más vueltas. Sólo que la cocina es un algo más de lo que puedes esperar en un bar de barrio, o de lo que puedas presuponer cuando pasas por la puerta.
Llego. Tienen terraza, pero ya sabéis, no soy de terraza urbana, y sí de barra, de modo que pa’llá que voy. Dentro el local es recogido, barra escueta y mesas como para dieciseis personas humanas. Decía que yo a la barra, para variar, y me acodo. Me atienden rápido, marcha un doble de cerve-sin, y me preguntan qué me apetece de tapa: ¿Ensaladilla, alitas, algo de lo que veo? Porque como estoy junto a las bandejas me es fácil mirar. Venga, vamos con la ensaladilla. Oye, pues una ensaladilla muy maja. Mejor que la estándar de los bares madrileños, las cosas como son.
Tras este primer arreón, porque llegaba con sed y gusa, pregunto si es posible comer algo. Y claro que lo es, me traen la carta. Es la de primavera-verano; y esto de cocinar la temporada es algo que para mi es también muy sí. Además me indica la persona que atiende, Vanesa, que aquí todo lo hacen ellos. ¡ Y esto es un muy reketesí ! Por cierto, qué rebien la atención de Vanesa.
Como ya le había echado un ojo a la carta antes de ir elijo rápido: Alcachofas (2 ud a 4 EUR/ud) y raya adobada.
¡ Qué ricas las alcachofas ! Flores de alcachofa abiertas con una velouté ligera. Y ahí se nota la cocina. Porque no es un caldito ligado con harina, no es un agüita desvaida. Es una recta velouté, y una ricura de alcachofas.
Llega después la raya, en una presentación que no esperaba. Un trozo de palmo y algo, acompañado de unas patatinas baby horneadas y salsa. Y aquí, de nuevo, hay dos elementos en que se nota la cocina. Las patatas horneadas están riquísimas. Me explico: Son sólo unas patatas. Asadas. Sólo eso. ¿Sólo eso? Pero ¿cuántas veces probáis patatas en cualquier formato y pensáis que el punto es impecable y la sazón a la par? Pues estas lo son. ¿Y la raya? Pues un muy buen adobo. Con su carácter inherente, y sin arista alguna. Comedido manteniendo su naturaleza. Y la fritura impecablemente limpia. Y es que todo esto que parece que habría de ser obvio sabemos que no es así habitualmente. Y soy feliz comiéndolo, consciente de que igual esta clara sencillez no es simple.
También he de aclarar, estimados gaudaros, que ellos no me conocen de nada. Esto es, hacia mi no hubo atención alguna distinta de la que se le da a las demás personas. No me conocían de absolutamente nada.
Pues esta alegría barística, con la cerve inicial, y otra caña más, por jacarandosos 31 EUR.
Nota: En el currículo del cocinero (Pablo) figura el haber pasado por lugares significados en arroces. Por ejemplo, entre otros, el que fuera reputado por ello La Bomba Bistrot. Si queréis arroz, no obstante, habréis de encargarlo.
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