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Todo un clásico en Santander que ha sabido ir actualizándose.
Actualmente sigue siendo fiel a su nombre, al concepto de vermutería (que guapo término) pero adaptado, con un tapeo por raciones bárbaro, tanto clásicas como más creativas, con el que bien puedes comer o cenar.
Está abierto a todas horas, a mí la que más me gusta es la del aperitivo, la hora del vermut, qué mejor momento para tomarte unas buenas rabas con un vermut, que son sus fuertes. Si tú preguntas en Santander dónde hacen las mejores rabas, entre las respuestas casi siempre encontrarás Solórzano, y en cuanto a vermuts, pues tiene una gran variedad, como no podía ser de otra manera.
Las gildas, tanto de anchoa como de boquerón, también son espectaculares.
El local es muy guapo, reformado, mobiliario funcional de aire escandinavo, gran luminosidad. La vocación de barra es evidente, con barras y mesas altas por todos lados, incluida la pequeña terraza en la concurrida y animada calle Peña Herbosa.
Siempre hasta arriba. Normal.
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